martes, 14 de agosto de 2018

1984, de George Orwell. I. Obviedades, por qué no estamos en 1984

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          Llevaba mucho tiempo con ganas, ahora por fin estoy leyendo 1984, de George Orwell. En esta entrada comienzo una tirada de varias publicaciones (mínimo 5) en las que iré analizando aspectos concretos de la sociedad descrita en esta novela y las iré comparando con aspectos reales de nuestra sociedad de Occidente. Pero antes de ver las similitudes, veremos antes las diferencias, tan obvias que pasan desapercibidas, tanto que hay quien dice, afirma, que vivimos en 1984, más claramente por efectismo que por otra cosa.

          Al terminar la primera parte, he comprobado cómo tiene varias funciones, y una es presentarnos el funcionamiento burocrático y social del Estado de Oceanía. La obra, en su base, es una crítica al totalitarismo, sobre la cual se construye la historia de un personajes, Winston Smith. Sátira triste del Sovietismo, refleja un mundo distópico, es decir, imposible porque un hecho del pasado hace que ya no pueda ser en el mundo real tal cual se describe en la ficción; donde el mundo está dividido en 3 potencias  totalitaristas que engloban a los continentes y un territorio en vías de anexión a uno de ellos por medio de la guerra. El estado totalitarista donde ocurre la acción es Oceanía, concretamente en su provincia Franja Aérea 1. Aquí podéis ver la distribución de los poderes de nuestro planeta.
Fuente: https://www.shmoop.com/1984/setting.html

          Lo primero que vamos a subrayar es que por mucho que veamos en internet que vivimos en 1984, nuestro mundo no es ese. Es normal que para querer demostrar lo perspicaces que somos, nuestra capacidad de hacer relaciones entre paradigmas para establecer unos fundamentos o esquemas idénticos que los relacionen y, de ese modo, demostrar que somos muy inteligentes, rasquemos donde no hay; en este caso, concluyen muchos que vivimos en la sociedad descrita en 1984. Hay que ser honestos. Hay que ser objetivos.
          Lo primero que vamos a hacer por tanto es demostrar que no estamos viviendo en nada similar a 1984. Y lo que digo lo restrinjo a lo que hoy se llama Occidente, que es la comparación que se ve en internet más veces repetida.
          En primer lugar, no vivimos en un mundo casi sin fronteras. Ciertamente hay grandes potencias que controlan la economía y los gobiernos de otros países, pero no hay fronteras reglamentadas dentro de las cuales hay un solo poder de iure, con un sistema político único. Un país con una dictadura puede estar hoy controlado por EEUU, pero no es EEUU.
          En ningún caso estamos en un estado realmente totalitarista entendido en el sentido clásico, es decir, en el sentido de la novela. Es muy importante comprobar que el elemento fundamental para definir un Estado de este tipo es que haya una herramienta del Poder que controle el poder. Es decir, un ente que ejerce el poder, pero que a la vez está controlado por el Poder, ya personalizado, como algo tangible. En la novela, el poder (el legislativo, el ejecutivo y el judicial al unísono) está controlado por el Partido. El Partido lo es todo. A su vez, el Partido es una herramienta de un ente superior, que podría ser el Gran Hermano o Hermano Mayor (según versión) si no es un ente desconocido del que no se habla. Podemos ver un reflejo de los estados totalitaristas (por motivos que no vienen al caso prefiero dejar el término totalitario para otro tipo de Estado) que existieron y existen en la realidad. El Partido es el Estado, hay  una identificación perfecta, pero el Partido al final responde a una mente, en este caso a quienes estén detrás del Gran Hermano o Hermano Mayor; en nuestro mundo podría ser un consejo minoritario del Partido, o la persona misma del dictador en cuestión (con la salvedad de que no todas las dictaduras funcionan igual o tienen ese grado de control personal o personalista). Hoy en día, por tanto, no hay un partido que se rija por unos principios pragmáticos y que se identifique con el Estado. Al menos en Occidente (Korea del Norte es otra cosa).
          Ese Partido-Estado fue consecuencia de una ideología y de una doctrina económico-social, más allá de lo que le ocurriera posteriormente. En la novela se produjo una Revolución socialista que llevó a que el Partido gobernara, se burocratizara, se extendiera por todo el Estado hasta ser él mismo. Hoy en día, no existe algo así en occidente, aunque lo hubo en el periodo Soviético en la URSS y lo intentaron en Francia, España y lo consiguieron en la República Democrática de Alemania. Hoy, hay un modelo concreto por el que nos regimos, cierto, pero no hay un Partido que aprovechándolo como excusa hiciera una Revolución para alcanzar un poder omnímodo. El liberalismo es el modelo o armadura que dirige el pensamiento de los políticos y economistas, pero hay una capacidad improvisadora, una capacidad individual de decisión que no existe en la ficción que leemos. En la novela todo está controlado y dirigido por unos miembros del partido (de su burocracia al fin y al cabo), que sólo pretenden que perdure el sistema económico, sin saber muy bien con qué fin (parece que sólo por detentar el poder, no por aplicar el modelo que defienden o defendieron en la , Revolución). No parece que se planteen mejorar la situación, implementar mejoras en el modelo, solo parece que quieran que sobreviva en la medida en que lo han implantado. Pero no hay la posibilidad de que entre otro a gobernar y haga pequeñas modificaciones. Hoy en día un partido liberal aboga por el gasto, y otros por el ahorro, unos gobiernan cuatro años, otros los cuatro siguientes, pero siempre desde una perspectiva liberal. Imposible en el sistema implantado en Oceanía (el Socing en nuevalengua, Socialismo Inglés en la vieja). Es cierto que de un modo laxo esto es lo que más parecido nos hace pensar que hay entre la ficción orwelliana y nuestro mundo. Pero son dos mundos distintos más allá de las similitudes.
          En 1984  hay un Estado que no es más que la burocracia del Partido. La policía del Partido es la del Estado, sus órganos administrativos son los mismos. No hay diferencias. Y ese Estado-Partido engloba al 15% de la población, es decir, son parte de él. A los ciudadanos del 85% de la población se los llama "prole"(no la prole, sino los proles), y están al margen del Estado y del Partido. Son la masa. Una masa que sólo debe preocuparse en producir. En este caso hay muchas similitudes con nuestro mundo real, que comentaré en la entrada sobre dicho tema; pero en el caso de la novela no tienen otro papel. Hoy en día, en nuestro mundo, tienen aún la capacidad de votar y de disentir públicamente con el sistema. Y eso ya es mucho. En el mundo de 1984 es algo impensable. Si intentas provocar una manifestación de descontento, te matan.
          Es cierto que la historia está muy manipulada y todo lo que suene a revisionismo está condenado, algo muy orwelliano, pero al menos se puede revisar el pasado, se puede buscar interpretaciones alternativas. Gracias a eso podemos ver que los crímenes de las dictaduras no han sido peores que los de las "democracias". Otra cosa impensable en 1984, donde se reescribe el pasado y la memoria se ha perdido. Sin embargo, en la entrada sobre las similitudes le daremos la vuelta a la tortilla y veremos este punto desde el lado opuesto.
          Bien, hasta aquí algunos motivos importantes de por qué no vivimos en 1984. 
Está guay poner cosas así en las paredes, pero estaríamos faltando a la verdad... o casi. En las próximas entradas intentaré ver los parecidos.

       
Parte II: la Policía del Pensameinto
Parte III: El doblepiensa y la nuevalengua, el control de la mente
Parte IV: La familia. El control del amor.
Parte V: Los proles, el control de la masa.
Parte VI: Crítica final y algunas inconsistencias.

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