“Y después piensa esto también: la única manera de salvar
el
amor de la estupidez del sexo hubiese sido la de ajustar
de otro modo el reloj
de nuestra cabeza y excitarnos
viendo una golondrina”.
Esta novela la descubrí a través de su versión
cinematográfica, de 1987, dirigida por Philip Kaufman, con una actuación
magnífica, a mi entender, de Juliette Binoche. La novela quería leerla, pero no
fue hasta que no encontré una edición de Tusquets (la segunda de 1986) en una tienda de segunda mano
(libros, vinilos…), que han abierto en mi ciudad y que no he vuelto a visitar,
que no la compré y no la he leído.
El gachó que escribió el libro. |
¿De qué va la novela? ¿Cuál es el tema? Lo que parece en
primer lugar una novela acerca de las vicisitudes de una pareja, una novela al
uso, se convierte en algo distinto casi desde el principio, cuando te das
cuenta de que el narrador (cuestiones estilísticas y narrativas aparte) introduce
reflexiones propias partiendo de la vida de los personajes protagonistas.
A éstos ni siquiera los tienes claros hasta el final. Lo que
parece al principio una novela sobre una pareja, acaba siendo una novela de una
pareja y otro personaje femenino. Pero no sólo sobre éstos, sino también sobre
otros personajes en apariencia secundarios (amantes de amantes, perros) y,
finalmente, te das cuenta que no es una novela de personajes, sino de lo que
rodea la vida y las pasiones de estos personajes.
Mi conclusión es que no va de nada que vaya más allá de lo
mostrado por el título, y esto, en concreto, no es un tema narrativo, sino
filosófico. Creemos, por tanto, que esa novela es un constructo filosófico
acerca de qué es la vida y algunos de su componentes, siendo la historia el
pretexto explicativo y la narración un juego estético.
El que sea más o menos sincero no nos interesa, carece de
importancia. Sin embargo, el hecho de haberlo creado ya nos parece interesante
por lo que en las reflexiones pueda haber de interesante.
En este artículo vamos a intentar comentar y sacar a la luz
algunas ideas que dan cuerpo a la novela, de modo que acabe interesando (y si
es posible, creando polémica en el blog) a los posibles lectores.
Esta novela es una novela de dicotomías. Es algo que el
autor nos deja claro desde el mismo comienzo, desde el mismo índice. El título
es parte de esa dicotomía: la levedad del ser frente al peso del mismo. Es más,
que sea insoportable frente a que sea agradable, como llega a afirmar al
comienzo de la novela. Si echamos una ojeada al índice, volvemos a ver el juego
de contrarios: levedad frente a peso, cuerpo frente a alma y su variante alma
frente a cuerpo. Pero no es sólo un
juego visual de títulos, es una realidad intrínseca de la novela que le da su
trasfondo estético (¿habría que decir filosófico?).
Así es mi ejemplar |
El protagonista, Tomás, se encuentra ante la disquisición de
si aceptar lo nuevo, el amor, o si rechazarlo y quedarse con su vida, no sé si
tranquila, pero, al menos, controlada de solterón polígamo. Más interesante aún es el caso de su
coprotagonista-antagonista, Teresa. Ella sufre ese mismo problema íntimo, su
pasado frente a su futuro. Rechazar su pasado en la que ella era una versión
actualizada de su madre, de su dinámica, de su no individualidad y abrazar su
futuro en el que ella fuere Ella. Hacer que la expresión de su interior no se
restringiere a Beethoven y algunos libros, sino que podría expresarse ante el
mundo y ante el amor. Aceptar esta
posibilidad le llevaría a sufrir una crisis. Crisis significa juicio, significa
tener que tomar partido. Esta vez, entre el amor o volver al pasado, junto a su
madre, dejar de ser Ella para ser lo que fue.
Y es que la protagonista vive en un balancín de la duda cuyo
punto de apoyo sería la belleza. La belleza que encuentra en la casualidad le
produce la necesidad (o placer) de aceptar la situación presente. Es su asidero
a su propia realidad, a su propia vida. El principal ejemplo sería el “número 6”,
del que no diremos más para el que no la haya leído.
La primera parte llamada La
levedad y el peso, se centra en el protagonista, se introduce la trama
narrada desde un narrador externo, pero que sólo le interesa hablarnos del
personaje masculino. La segunda parte, El
cuerpo y el alma, es ella la que ejerce la acción en el mismo periodo de
tiempo. Es decir, el narrador cuenta lo mismo que en la primera parte, pero
centrando la acción en ella. Cada parte recibe el título intentando simbolizar
esa distinción entre sus protagonistas. El título de la primera parte intenta hacernos
pensar en la idea del eterno retorno; según esta idea, nuestra vida podría convertirse en un peso, en
el caso de que se repitiesen los hechos, lo cual haría que estos adquiriesen
una gravedad mayor y la atención puesta en nuestras acciones sería insoportable.
Al no ser así, el autor rechaza dicha gravedad e importancia de los hechos
concretos que conforman la vida: considera el ser como algo no sólo soportable,
sino placentero. Al menos al comienzo de la novela. No olvidemos que el
protagonista lleva una vida más despreocupada en lo que concierne a su
sentimentalidad. Su vida no puede ser más agradable.
La segunda parte es la que verdaderamente nos introduce en
la historia, nos atrapa, y nos hace comprender su profundidad y realidad. Su
título simbólico hace referencia al cuerpo y al alma. El cuerpo representaría a
ella en la masa, aquello que tanto le hacía rechazar su vida y la de su
entorno, en el cual se encontraba su madre, la desnudez homogeneizadora que le
atormenta en sus pesadillas de muerte. La masa en la que se ve de nuevo inmersa
o en la que le quieren introducir en su época en el extranjero, fotografiando
cactus, lo que representaría una nueva vida de tener que salir a la superficie
como cuando ella comenzó lejos de su madre. Incluso, llega a considerarse bajo
las mismas circunstancias que su país y su presidente, Dubcek, el grupo de los
débiles, que aceptan su derrota y su humillación. Pero ella también es alma,
ella es individualidad, pues el alma es lo que la diferencia de su madre, y ahí
el objeto “espejo” ejerce una influencia importante, pues en él puede verse ella
Ella o puede verse ella Su madre. Ella quiere ese distanciamiento, quiere no
estar desnuda, quiere rebelarse contra su entorno familiar y laboral, contra
los cactus. Más aún, su decisión de volver a Praga es propia, es reflejo de su
alma, de su individualidad, es símbolo de su emancipación. Sus lágrimas en el
reencuentro podrían ser reflejo de su espíritu contradictorio, contradicción
producida por el amor, elemento perturbador para ambos protagonistas.
Podríamos, incluso, encontrar la dicotomía del, hasta ahora,
personaje secundario Sabina. Ella nos cuenta, le cuenta a la protagonista, la
encrucijada entre el arte oficial o su expresión interior, a riesgo de ser
rechazada y ser considerada subversiva.
Cuando acaba la segunda parte pensamos que comienza lo que
sería el nudo de la novela, una vez dispuesto el conflicto que hay entre los
dos personajes que creemos principales. Sin embargo, la tercera parte está
dedicada a la que hasta ahora pensábamos secundaria. Y es que, esta novela no
es novela de personajes, sino novela de sentimientos. Es, ante todo, un manual
de cómo hacer personajes psicológicamente redondos. El mejor argumento que
tengo para defender esta tesis es esta parte tercera, en la que hay un
“diccionario de palabras incomprendidas”, perteneciente a Sabina, protagonista
de esta parte. Diccionario que es un ejercicio de construcción de personajes,
de, incluso, análisis del discurso en su campo más lexicológico. No es,
diríamos, una novela.
Como símbolo principal de esta construcción, de este
diccionario, sería el sombrero hongo de la chica. Es el símbolo del universo
semántico que se crea en torno a una relación. Sabina tiene un universo
semántico-erótico compartido con un amante, un universo en el que no ha
contribuido el nuevo amante, lo que provoca la ruptura final. Y de esto va la
tercera parte. Y diríamos que el libro.
El amor aparece de nuevo como elemento infernal que perturba
vidas. El amante de Sabina es su víctima, ya que tiene su propia idea del amor
y de las relaciones matrimoniales que le produce mantener una vida incoherente
y que no le hace feliz. Cuando lo consigue es porque ha roto con esas ideas y
comienza de nuevo a plantearse la vida. Al menos, elimina todo aquello que le
impedía moverse con total libertad según sus principios más básicos.
Sabina y su amante,
como todos los personajes, son personajes totalmente determinados por sus circunstancias
vitales. Siguiendo la idea primera del título, la levedad frente al peso,
debemos decir que la primera vez que aparece el sintagma “la insoportable
levedad del ser” es en la historia de
Sabina, que nos interesa más que él por su relación con Teresa y Tomás. Y es
que su modo de vida es la que se acerca a un desprecio total a las
consecuencias que podrían llegar por sus acciones. Este “pasotismo” que no se daría si el ser conllevara un peso
por lo que pudiera pasar (recordemos la idea del eterno retorno), provoca en
ella, que no puede abandonar su modo de actuar, un sentimiento de angustia y
agobio que no le permite ser feliz. Y de nuevo, repito, de esto va la novela.
La cuarta parte, “El alma y el cuerpo”, vuelve a enfocarse
en Teresa, la protagonista de la segunda parte.
Todo gira en torno de un hecho muy concreto. Su descubrimiento del
cuerpo propio. Ella echa la culpa de su
situación marital a su cuerpo, como si la actitud y el comportamiento de Tomás tuviera
su motivación en el cuerpo de ella. Eso la atormenta. Y ese tormento es la
clave para entender la técnica narrativa de la novela toda. Intercalar el
desarrollo de su vida diaria con reflexiones existencialistas a partir de ella,
convierte esta parte, como todas, en una novela muy transparente, donde conoces
los recovecos de la idea que sustenta la historia. Estas reflexiones
intercaladas son, en esta parte, sobre los problemas internos de ella. Podría
entenderse incluso como una forma de estilo directo libre, aunque la
profundidad de los razonamientos en todas las partes puede indicarnos que es la
voz del narrador la que se oye ahí, únicamente, como guía de lo que estamos
leyendo.
Ella, dominada siempre por la primacía del alma y de su peso,
se libera de él. Llega a saborear la levedad. Elimina la importancia a la
consecuente relación física-sexual producto del amor, y de su peso. Descubre su
cuerpo, leve en su existencia, por primera vez. Y para ello ha tenido que darse
una situación relacionada con el
trasfondo de la novela. Producto de la invasión soviética de la República
Checa. El alma no desaparece, sólo juega un papel distinto, cuyo protagonismo
lo toma su ausencia. La ausencia taimada del alma potencia las sensaciones en
la protagonista (y en el lector, que con cuya escena de la “taza de té en casa
de un desconocido” tuve que dejar la novela un tiempo). Es el trampolín, desde
esta vez, que es la de descubrir su cuerpo, hacia el deseo carnal que este
descubrimiento le produce, pero un deseo leve, sin cuerpo. Sólo las
circunstancias políticas que han rodeado Praga evitarán su desarrollo.
“La levedad y el peso” es el nombre de la quinta parte, que
a diferencia de la anterior, que invierte el orden de los términos del título
con respecto a la segunda, en este caso el orden es el mismo que en la primer
aparte. Lo consideraremos significativo por un motivo: si en Teresa se produce
un cambio que afecta a la importancia relativa de esos términos, en el protagonista
no hay un cambio pertinente, sino una profundización en su propia visión. Para
él la levedad sigue siendo la motivación de su vida, tanto en lo sexual como en
lo político, que reaparece aquí como una sombra. Su decisión con respecto a lo
político (que no desvelaré aquí, claro) se da en este caso atendiendo a sus
sentimientos hacia su pareja, que siguen siendo distintos a los de los demás.
Sólo al final, él dará importancia, no al peso, pero sí a otros puntos de vista
que albergaba y por fin acepta.
Él y ella son víctimas de la impotencia que causa la
insoportable levedad del ser, como se puede apreciar a través del sueño que
tiene ella en esta parte. Ella se ve incapaz, impotente de actuar al igual que
él se ve incapaz de soportar su situación amorosa.
Toda buena novela ha de tener vicisitud, y en este caso,
está concentrada en la sexta parte, que se llama “La gran marcha”, como
referencia al avance lento, tortuoso hacia una sociedad ideal perfecta. Se
centra en un personaje secundario, amante de Sabina.
Una reflexión inunda toda la parte: no somos libres de cagar
o no cagar, por tanto es producto de Dios. Si, según Escoto Erígena, en el
paraíso hay placer (acto sexual) sin excitación, cagar se hacía también, aunque
no se entendía la mierda como algo asqueroso. De ahí que la protagonista de la
tercera parte y, en parte, de esta, no sienta sucio el haber pensado en mierda
y haberse excitado en cierto momento.
Aquí surge un problema. Existen los que aceptan al Ser
Humano tal cual es, porque así es como debía ser, y es bueno que se reproduzca
(acuerdo categórico con el ser), pero no aceptan que el Ser Humano cague, y
esto es producto de haber sido hechos de un modo inaceptable. Esto es el
kitsch, y es puro sentido estético. Es una contradicción interna, estética, basada
en el gusto “glucoso” propio de Disney. Es, como se define en el libro, la
dictadura del corazón. Pero como ocurre en cada cuestión
ideológica-lingüística, debe ser un sentimiento compartido, como la emoción al
ver una escena sensible. O se comparte la idea de que la situación es sensible
y digna de emocionar, o no hay kitsch. El kitsch es algo imponible por los
estados cuando quieren producir un arte oficial, y es aquí cuando entra la
lucha contra el ideal propagandístico-kitsch del comunismo que pone en práctica
Sabina. Si acepta la sensiblería ella es como una circunstancia vital sin más
importancia que la de aceptar su propia vida.
Por su parte, su amante, viaja a Camboya a enfrentarse a la
invasión soviética de este país. Allí comprueba que el que estadounidenses y
franceses de izquierda tengan distinta idea sobre lo que está ocurriendo en estos
hechos en Asia es lo que produce malentendidos e incomprensiones mutuas, lo que
nos recuerda el vocabulario de palabras incomprendidas de esta
protagonista. En definitiva, este libro
también va sobre el lenguaje y la comunicación.
La última parte, “la sonrisa de Karenin”, va sobre el amor
entre Teresa, Tomás y Karenin. Parece una parte hecha sólo para cerrar la
novela. Sin embargo, encontramos también la idea del hombre fuera del paraíso,
circunstancia que elimina el velo de
inocencia que el hombre poseía y que le proporcionaba una felicidad y una
ignorancia que le permitía vivir sin preocupaciones infundadas por sospechas
inicuas. Esa es la inocencia que posee
Karenin y la que hace que Teresa considere su amor como mejor (¿más puro?)
hacía el perro que hacia Tomás. Es un amor más desinteresado, basado en la no
exigencia.
Lo curioso, lo que rompe lo esperable en cuanto a la narración
en esta parte, es que no cuenta el final que todos estamos esperando, aunque ya
lo conocemos porque se nos adelanta en la parte tercera. Evidentemente, no lo
desvelaremos.
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