sábado, 2 de marzo de 2019

Nosotros, de Evgueni Zamiátin

     El tema de fondo de esta novela es la lucha entre el alma, a veces llamada "fantasía" y la razón. Como vemos, es la lucha entre lo espiritual y lo material. Tiene a su vez una consecuencia en la novela: la premisa de que la fantasía, el alma, te hace soñar, enamorarte, te hace libre, y esto no es bueno. No es bueno porque la felicidad te hace infeliz. La felicidad se consigue suprimiendo la libertad. Y la libertad se elimina con el uso de la razón; sólo la razón puede producir verdadera felicidad. Esto se traduce en una sociedad totalmente racionalizada, ordenada, regulada de un modo matemático. Y no, no es gratuito el uso del adjetivo "matemático", pues las matemáticas son las hijas de la razón mecanicista que proviene de Descartes. Con él comenzó todo. El culmen es la sociedad reflejada en la novela.

"Vuestra enfermedad se llama fantasía" p.232


Mi edición




     La fantasía es lo que provoca que la gente no piense matemáticamente, y se enamore o tenga otros sentimientos que no sean el amor al Benefactor y al orden que produce la verdadera felicidad, lo que lleva a aceptar la eliminación de la libertad. Al no pensar matemáticamente, los ciudadanos comienzan a mostrar "sonrisas y suspiros" (232), algo que se ve como vergonzoso. En 1984 mostrar en los gestos algo no esperado no era sólo vergonzoso, sino que era prueba de desafección y provocaba el arresto. Aquí, como se ve a lo largo de toda la novela, hay más libertad. Los Guardianes, que es lo que la Policía del Pensamiento de Orwell, pueden recibir denuncias o denunciar directamente, pero el Estado entiende como normal cierta desviaciones (bromas de los estudiantes sobre el profesor-robot, por ejemplo). Decíamos que la sociedad representada es el culmen de una sociedad mecanicista, materialista. Ese cúlmen tiene un ápice. El descubrimiento del lugar donde reside la fantasía, que, como hemos dicho, es donde reside el alma. Una especie de glándula pineal, y encuentran la cura, la vacuna que curará la enfermedad de la fantasía, igual que en 1984 se cura la duda, el juicio crítico. Como vemos, subyace Descartes y el pensamiento materialista desarrollado posteriormente. La fantasía, finalmente, se entiende como una enfermedad, y de ese modo se investiga y se encuentra el lugar del cerebro donde reside. Consiguen la vacuna. también llamada alma.
     Un detalle a subrayar es el de que a tal punto llega la racionalización y pérdida del alma, que los ciudadanos dejan de tener nombre propio. Ni son llamados ciudadanos, sino números, ni tienen nombre, sino una cifra.
     Ha salido la figura del Benefactor ("el nuevo Jehová", p. 189), del que se dice: "nos ha atado sabiamente de pies y manos con los bienhechores  lazos de la felicidad". (190). Es la figura máxima del Estado Único y no es gratuita la denominación de "nuevo Jehová". Impuesto el racionalismo más radical, han desaparecido las religiones (aunque se conoce la existencia del cristianismo, que es considerado el origen de la sociedad coetánea y su mentalidad). Existe una especie de culto al Benefactor y al Estado. Ambas figuras se confunden en parte. La legislación se llama "Tablas de la Ley", a imitación de las de Moisés. Éstas legisla todo, incluso el número de veces que hay que masticar antes de tragar (50).
     Al ser una utopía, se entiende que el origen de esta sociedad parte de la nuestra, de la coetánea del escritor. En concreto, se sobreentiende la Revolución Rusa como el momento concreto del que parte la sociedad ficticia de la novela. Se hace mención continuamente la Guerra de los Doscientos Años como el momento en el que triunfó la Revolución y surgió el momento a partir del cual la historia se paraliza (porque ya no es posible más revoluciones), y esto suena mucho a marxismo y a Revolución bolchevique. El producto es un Estado Totalitario. Antes de la Gran Guerra hay un periodo indeterminado llamado la Antigüedad, cuya población es considerara salvaje y bruta. Nunca terminan de describir al humano del año 3000, pero ha un rasgo que no pasa desapercibido, y es la falta de vello, como un rasgo de ¿evolución? y que los diferencian de los salvajes inadaptados. Desde la Guerra de los Doscientos Años han pasado como 1000 años; por tanto, la acción se sitúa más o menos en torno al año 3000.
     La ciudad del futuro persiste en aislamiento físico de la naturaleza. Pero sólo sale una y no ha habido referencias a nada más. A pesar de hablar del Estado Único como el único de la Tierra, no sabemos qué hay de tal Estado más allá de esta ciudad que parece ser la capital, si no es la única. Este Estado puede ser producto de la despoblación mundial tras la guerra, que sólo dejó viva un 10 por ciento de dicha población mundial. Igualmente, no deja de ser ficción, casi ciencia ficción, no es tan importante. Fuera de la ciudad lo que hay es un espacio salvaje, separada de la ciudad por un muro invisible que no permite ser traspasado por nada. Sólo un túnel, pero eso es algo que debéis descubrir vosotros, queridos lectores. En lo salvaje, extramuros, resulta que hay sorpresas, que sería el contrapunto al racionalismo de dentro de la ciudad. La salida al exterior crea el contraste clave, entre lo rectilíneo, firme y plano del interior y lo elástico, blando, deforme del exterior. Entre lo artificial y lo natural. Entre la felicidad y la libertad. Es un contraste similar al que se produce entre los conceptos de "cero" e "infinito" al final de la novela de Koestler. Es como si la ciudad fuera un gran cráneo y el resto el alma o el corazón, la sangre que hierve o se congela.
     Recordemos que estamos en el año 3000, y en ese año la ciencia ha cambiado mucho. El máximo exponente es el Integral, la gran máquina espacial que pretende alcanzar otros mundos habitados por primera vez. Precisamente la obra está situada en el momento en el que el Integral está a punto de viajar al espacio y el protagonista, el Primer Constructor, escribe una obra, la que leemos, destinada a los alienígenas. Además, están, por ejemplo, los condensadores, que parecen ser los que evitan que dentro de los muros haya tormentas. El narrador hace referencia a ellos varias veces. Pero hace comparaciones con las tormentas de la Antigüedad, como si las conociera, lo que queda un poco irreal; por ejemplo, hace referencia a la calma antes de la tempestad (de la Antigüedad). Es lo que es escritor real sabe y no puede hacer una comparación más adecuada (192), pero el narrador no debería hacerlo. Por otro lado, si la ciencia ha avanzado y es capaz de evitar tormentas o de aislar una ciudad con muros invisibles, la tecnología se ha quedado atrasada: hay binoculares, relojes analógicos, teléfonos con auriculares. Agujas, válvulas, todo va por electricidad. Ha quedado un poco atrasada; aquí el autor no fue capaz de imaginar una tecnología digital, sin cables ni botones.
     La obra fue terminada en 1921, así que es pionera en el género distópico, sin saberlo el autor seguramente. Lo que parece ser una obra de crítica a un régimen totalitarista, el soviético, que estaba naciendo, se convirtió en un referente para otros autores. Clara es la influencia en Orwell (primera entrada de la serie dedicada a él) si tenéis a bien leer lo que comento en esas entradas. Lo recomiendo totalmente pues me parece muy interesante leer las obras que sirvieron de fuente e inspiración (a veces descarada) a otras obras. Si, además, es con la calidad de esta obra, no hay duda de que hay que leerlo. De hecho, una idea primera fue la de hacer artículo comparando con la obra de Orwell, pero quizás sea tan obvio todo, que lo dejo a vuestra discreción.
     En breve haremos un podcast hablando del tema y ahí desgranaremos algo más. También dejo por aquí la idea de que haré una entrada tratando más teóricamente el tema de la distopía. Mientras, seguiré con la lectura de Fahrenheit 451.

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