Empiezo este comentario sin haber mediado aún el libro, pero prefiero ir resumiendo los argumentos del autor, Ignacio Olagüe y dejando escrito las ideas según las voy generando, antes que leerlo y olvidar, o tomar notas y luego no entender. El libro presente es un libro interesante, novedoso a pesar de su edad.
Tal que así es mi edición. |
Me ahorro de poner el índice, que es largo, pero aquí tenéis la ficha en la web de la editorial: http://grupoalmuzara.com/a/fichalibro.php?libro=3495&edi=1
Es un libro muy mal editado. No hay página donde no haya erratas de edición (combinaciones de letras que aparecen representadas por otras, por ejemplo, "ci" suele aparece como una "d". A veces ha habido alguna palabra que no he entendido). Sólo por ese motivo animo a que no lo compréis y lo descarguéis si lo encontráis en pdf. Sin embargo, se puede leer y quien quiera tenerlo, allá él. Otro problema es que, sin haberlo terminado, se me han separado hojas del lomo. Toma 25 euros.
Me lo regaló mi novia y le añadió una dedicatoria muy especial. Ahora pasemos al contenido.
Lo interesante del libro es lo que defiende, pues matiza y explica muchas cosas de la historia oficial sobre la invasión islámica de 711. Digamos que niega lo que se ha venido diciendo hasta ahora, lo que se ha estado repitiendo y aprendiendo en los centros de enseñanza. Digamos que hay dos versiones: la española, cristiana, tradicional, con esos adjetivos podríamos definir a la oficial. También existe una historiografía que sería la antiidea, la contraria, que es la islámica, la de los vencidos. Esta idea no es aceptada ni enseñada por la historiografía oficial. Sólo algunos pseudointelectuales la conocen y aceptan, tergiversándola para sus intereses andalucistas. Aquí, nosotros vamos a hacer el ejercicio de conocerla y comprenderla. Según Olagüe, la de la invasión e imposición del islam por la espada es una versión previa a la cristiana, de hecho la cristiana bebe la tesis de la invasión violenta de la Península de las fuentes árabes-bereberes. Entre los musulmanes y los cristianos se presenta otra idea, ¿tesis?, no es una versión moderada, sino radical. Es la tesis central del libro: no hubo invasión musulmana-árabe en 711. Para explicarlo parte de una explicación que gira en torno a varios ejes: la evolución de las ideas-fuerza y el cambio de la climatología.
Lo principal es que hay que explicar la situación del siglo VIII como un hecho relacionado con la evolución de las ideas, no con los hechos bélicos. Para explicar esto, utiliza una metodología historicista: explica todo como una evolución partiendo, especialmente, desde el siglo IV y la cristianización de la Península. En segundo lugar, compara la situación ibérica con la bizantina. Veamos por partes.
Con respecto a la cristianización primitiva de la Península, considera que no hubo una cristianización homogénea, basada en la creencia en la Trinidad. Este concepto, la Trinidad, era aceptado como dogma por unos, pero no por todos. Algunos (en el libro destaca especialmente a los arrianos) consideraban a Dios como un ente unitario, sin una tripartición en tres personas. Este hecho, previo a la aparición del Islam, es fundamental para Olagüe. Para él, así como en el principio del Universo había como un caldo uniforme en el que se fueron, por acumulación, separando sus partes, así el cristianismo, se fue acumulando en núcleos doctrinales, sincretizando ideas, siendo el sincretismo arriano la base teológica del islam. Siendo el nexo de unión permanente la creencia de un solo Dios, sin ningún tipo de división. Argumenta Olagüe (poniendo textos de Dante) que, hasta la plena Edad Media, se concebía al islam como una herejía cristiana, no como una religión bárbara. Olagüe, cree que en torno a 711 lo que ocurre en la Península es que los que habían estado durante generaciones dentro del arrianismo se van transformando de un modo natural, también por moda, al islam, que Olagüe presenta como una simplificación teológica del arrianismo. Este sería el eje resumido de la evolución de las ideas.
Con respecto a la comparación con Bizancio, Olagüe ve una serie de paralelismos. El sur de la Península Ibérica, la más arriana por otro lado, era asimismo la más romanizada, siendo, en general, la Península, junto con Oriente, las dos zonas del imperio más conservadoras al tener mayor población urbanita. Son, asimismo, dos zonas de frontera con el mundo árabe (y en Occidente árabe-bereber, más bereber que árabe, pues niega que los norteafricanos hablaran árabe y estuviera islamizados como actualmente se cree que lo estaban en el siglo VIII. Considera Olagüe que el norte de África no se diferenciaría demasiado de España), de religión monoteísta unitaria. Estos hechos, con la diferencia de que cuando en Bizancio triunfa el islam, en España, vence Cristo, le sirve para aplicar las conclusiones de Bizancio en la Península. Principalmente el hecho de que son zonas donde el arrianismo había arraigado.
ALGUNOS DATOS PARA COMPRENDER LA EVOLUCIÓN
Para comprender el conflicto el autor hace una síntesis de la evolución del cristianismo en España y en el Imperio. Empieza con el trinitario en el capítulo VII, aunque muchas veces los datos a los que se refiere es al cristianismo en general.
Los cristianos en tiempo de Constantino se contabilizan en torno al 10 y 20 por ciento de la población. Sin embargo, y sin explicarnos cómo, siendo una religión tan minoritaria, excepto aludiendo a su "novedad" (aunque no dejaría de verse como una herejía del judaísmo, nota mía), aparece un pacto entre el poder religioso cristiano y el político. El político defendería al cristianismo (trinitario, pues por alguna razón Olagüe en multitud de ocasiones usa el término "cristiano" sólo para los trinitarios) de las burlas y los ataques de sus oponentes religiosos; a la vez, los obispos darían sanción moral a las decisiones del poder político, así como, con el paso del tiempo, intervendrían cada vez más en política, en tomas de decisiones legales así como en elección de reyes en época visigoda (también, según quién tuviera más personalidad, eran influidos por el poder secular en sus concilios). Sin embargo, creo que habría que dejar más claro cómo se produce dicha temprana alianza en pleno Imperio Romano, siendo el cristianismo tan heterogéneo y tan minoritario. ¿Por qué el trinitario y no otro? No lo deja claro.
Como consecuencia de dicha alianza, pone de ejemplo la persecución de los arrianos en oriente o la muerte de Prisciliano en Alemania.
Con la llegada de los visigodos a España, se produce un alejamiento entre poder político y religioso, pues el pueblo germano era arriano; mientras que en el primer concilio de Toledo, año 400, también de la coronación de Eurico, los diecinueve obispos se declaran seguidores del dogma de la Trinidad. Así, en España se produce un rompimiento entre poder político y religioso que durará hasta 589. Esta nueva alianza, la de 589, sería importante según el autor, explicaría los hechos subsecuentes (conversión al islam hacia el siglo VIII, desde el arrianismo, que, no olvidemos, es su tesis central).
Punto muy interesante es la conversión (o abjuración, como la llama Olagüe) de Recaredo. En el III Concilio de Toledo, Recaredo abjura del arrianismo, acepta el catolicismo (unitarismo frente trinitarismo) y convierte, asimismo, al pueblo godo. Olagüe considera que este gesto, de ser verdad, o es una "manifestación piadosa, o un puro disparate". Considera que quien detenta la autoridad no hace cambiar de religión a millares de súbditos. Este reparo parece lógico, pues hoy en día es algo impensable. Yo me pregunto, sin embargo, si el pueblo godo, germánico y con restos de tradiciones germánicas, no funcionaría aún como tribu, donde el cabeza de la misma, sí tiene potestad para dar este tipo de orden. No olvidemos algunos obispos arrianos se convirtieron al catolicismo por este motivo, detalle que no menciona Olagüe si no recuerdo mal. ¿No sería porque el rey de su pueblo lo había hecho? Puede que esos resabios culturales, reminiscencias del pasado "bárbaro", aún se mantuviera en nuestros antepasados. Por tanto, yo no me atrevo a negar que el hecho de la conversión de Recaredo afectara a la religiosidad (quizás fe) de gran parte del pueblo godo. Claro que la conversión comunal no es un producto de la magia, sino que es un acto individual, en el que cada godo arriano, una vez enterado (a través de la autoridad religiosa del lugar o política) de la conversión del rey del pueblo, tomara esa decisión como lealtad al primus inter pares godo. Por tanto, la reducción al absurdo de Olagüe por medio de la exageración: "Así concluyeron [los historiadores] que la gran mayoría, si no la nación entera, se había hecho cristiana y trinitaria como por arte de una varita encantada. ¡Se habían borrado de repente las diferencias confesionales que dividían a los habitantes de la Península!" , está fuera de lugar. Preferiría una desarrollo de la idea en cuestión, apoyada por un estudio de las costumbres godas, que ayude a juzgar de un modo más objetivo el hecho.
Siguiendo con el razonamiento, Olagüe hace la reflexión inversa: ¿por qué no se convirtieron al arrianismo los españoles cuando llegaron los godos? La respuesta es fácil: el sentimiento de pueblo estaría entre los godos, son ellos los que se convertiría según la fe de su rey. Para el resto de españoles, los hispanos, los reyes godos solo eran el poder terrenal al que no debían más lealtad que la justa de pagar impuestos y cumplir con las leyes, no se sentían el mismo pueblo, y menos antes de Recaredo, con legislaciones diferentes según fueras hispanorromano o godo. Por tanto, las conversiones del arrianismo al cristianismo, siguiendo la conversión del Recaredo, sólo afectaría al godo arriano. Por supuesto, la comparación que realiza a continuación entre los godos del siglo VI con los nobles franceses del siglo XVI no merece el menor comentario.
Como digo anteriormente, la conversión siguiendo la fe del jefe es sólo y en última instancia un acto voluntario e individual; por tanto, no garantizaba que efectivamente se realizara la acción de conversión general (de hecho hubo nobles que no siguieron al rey en esto), aunque personalmente me inclino a creer que influyó.
Lo que parece indudable, y es el verdadero meollo, es que siguió el unitarismo existiendo en la nobleza y en el pueblo, algo que parece demostrado por las continuas profesiones de fe de los Concilios hispanos. Parecía que hiciera falta reafirmar la fe propia para dejar claro que ellos no eran los "otros", incluso anatemizando a quien no creía en la Trinidad. Esto parece probar que sí había población que no creía en la Trinidad. ¿Cuántos? No sé sabe. ¿Mayoría? Parece suponerlo Olagüe, pues esos unitaristas son los futuros musulmanes. Al menos, serían las clases dirigentes.
Otro elemento interesante que aporta la tesis de Olagüe es la influencia gnóstica. Aporta objetos arqueológicos anteriores al siglo IV hispánicos pertenecientes al gnosticismo, es decir, en la península había gnósticos antes de que el cristianismo se extendiera. La influencia del gnosticismo en el cristianismo, tanto trinitario como unitario parece clara (en algunos concilios se condenaron obispos por gnósticos). Esta influencia parece más clara en detalles artísticos, que en doctrina. Se puede ver en arquitectura, en literatura, en la iluminación de los códices visigóticos... Según el gnosticismo, el principio rector del universo era la unidad femenino-masculino, una dualidad, lo que llevaba a algunos a hacer creer que Dios era masculino y femenino. Esto dualidad se representaba simbólicamente en una luna y un sol. Estos elementos decorativos se pueden ver en el arte cristiano:
Este es etíope, recreación de 1756 de un mural. |
Juan de Flandes, Crucifixión. 1509-1518?¿ |
Otro detalle de esta pérdida de representatividad se ve en el ambiente iconoclasta que se extiende desde el Concilio de Elvira (que aun siendo trinitario, adolece de conclusiones ambiguas o heréticas) hasta el islam. Así, los unitarios ya eran iconoclastas en sus obras arquitectónicas. Una vez extendido el islam en la Península, los templos cristianos andalusíes seguían siéndolo.
Como sincretismo total ya en época "revolucionaria" según la terminología olaguana, o de la "invasión", terminología tradicional, encontramos dos detalles según el autor: el templo más antiguo que subsume la actual Catedral de Córdoba y la numismática. Encontramos esta moneda, considerada la más antigua de la ocupación islámica:
En ella aparece en latín las iniciales: INNDNDSNSDSLSNS transcrita por los expertos como: IN Nomine, Domini Non DeuS Nisi Deus SoLus Non deuS aliuS, que viene a significar: En nombre del Señor, de Dios sólo hay un Dios sabio, no hay otro parecido a Dios [traducción de Olagüe]. Lo que para los historiadores es la fórmula del unitarismo islámico, para Olagüe es la expresión del unitarismo arriano. El motivo principal es que siendo moneda andalusí, supuestamente debería estar escrita en la lengua de los que detentan la autoridad, es decir, los árabes, por lo que la autoridad aún no hablaría árabe. Sin embargo, está en latín. En el centro estaría el sol (estrella) de ocho puntas, una simplificación o esquematización simbólica del original Cristo-Sol gnóstico que influyó a los arrianos, aquí este símbolo solar es símbolo del unitarismo (frente al Alfa y Omega, que sería utilizado por los trinitarios), como símbolo de la "divinidad, unipersonal y metafísica. El Creador no es asimilado a un hombre, sino a una concepción abstracta. El sol representa a Dios, el único".
Como sincretismo total ya en época "revolucionaria" según la terminología olaguana, o de la "invasión", terminología tradicional, encontramos dos detalles según el autor: el templo más antiguo que subsume la actual Catedral de Córdoba y la numismática. Encontramos esta moneda, considerada la más antigua de la ocupación islámica:
fuente: https://www.numisbids.com/n.php?p=lot&sid=2451&lot=740 |
Hay que decir, que aparece la supuesta fecha de acuñación, CIX ( y en otras otras), que podría ser la fecha de la Hégira, pero sobre ese asunto pasa de puntillas. Las conclusiones de Olagüe son que la fórmula, por estilo, es anterior a las fórmulas islámicas; en segundo lugar, no aparece referencia a Mahoma en las primeras monedas del siglo VIII, esto le lleva a pensar que no son, por tanto, mahometanas, pues "no se puede concebir el islam sin la palabra del Enviado de Dios". Hemos buscado monedas en internet islámicas y sí aparecen referencias a Mahoma (véase más abajo). En cuanto a la fecha concluye: si es una moneda arriana, no pudo ser labrada en época de reyes godos (por ser estos trinitarios, con la posible excepción de Witiza, como él cree en una parte posterior del libro, entonces ¿Podría ser de su reinado?). Como tampoco es una moneda musulmana (no hay referencia al Profeta), no es moneda de tiempos de los emires (cuyo gobierno comienza en 756). Por tanto, es moneda del interregno revolucionario en el aspecto político, que coincidiría con el siglo VIII, tras el reino de Vitiza (o Witiza). Queda sin resolver el por qué de esa fecha, aunque debemos concluir que dichos arrianos, en el siglo VIII, se habían sumado a otra secta, el islam (reconocida como secta cristiana) o habían reconocido a otro "visionario" como profeta o como teólogo a quien seguir, Mahoma, y habían utilizado la fecha de su muerte como fecha del calendario nuevo arriano, a la moda unitarista africana. Esto haría que la moneda quede en una especie de limbo, y no deba tomarse como parte del arte islámico aún.
Veamos la siguiente moneda, y si quieren, lean la descripción:
En ella vemos exactamente lo mismo que en las labradas en España, con un detalle diferente, en las ibéricas no aparecen letras cúficas, no hay rastro de árabe. Eso nos lleva a que aquí no había población suficiente árabe como para tener que labrar monedas en dicho idioma. No olvidemos que según el mismo Olagüe, en el norte de África tampoco se hablaría árabe. Aquí se produce una dificultad. ¿Moda? ¿Autoridad? ¿Sí se hablaría árabe en el norte de África, aunque no tanto como se cree? Pero parece indicar que la moneda sí es musulmana. Sin embargo, podríamos contestar, siguiendo la tesis de Olagüe, que en este caso, lo que hay es algo lógico. Dos sectas o dos ideologías cristianas unitaristas se estaban encontrando, una oriental (mahometismo) y otra sobreviviendo en occidente (arrianismo). La moneda africana utiliza el árabe y la forma mahometana junto a la arriana porque sus pobladores son de ambas creencias y lenguas, y las españolas sólo utilizan la fórmula arriana, que es la creencia y la población que había en la Península Ibérica.
En cuanto al símbolo de la estrella-sol, me aventuro a creer que es el precedente al geometrizado símbolo musulmán (pero que aparece en otras culturas de la estrella de ocho puntas. Fijaos en cómo se usa en una iglesia en Zamora en el siglo XII. Pinchad aquí.
En definitiva, el arrianismo siguió vivo tras la abjuración de Recaredo y siguió como tal durante el comienzo de la dominación islámica, como demuestran los textos de Esperaindeo (teólogo de la Escuela de Córdoba), según Menéndez y Pelayo, o el abate Sansón en su Apologeticus.
El siguiente paso que sigue Olagüe es negar que hubiera mahometanos en España en el siglo VIII y IX. Para ello usa textos de la Escuela de Córdoba, una escuela teológica trinitaria que escribe textos en el corazón de la Córdoba de los emires para refutar el unitarismo. Utiliza un texto de uno de ellos, Álvaro, que pide a su maestro Esperaindeo que le ayude a refutar ciertas doctrinas nebulosas ("qualiter haeresis eorum nebulosa et nefanda"). Considera Olagüe que son arrianos porque, según Álvaro: "No creen que una Trinidad pueda componer una unidad, ni una unidad una Trinidad; repudian las palabras de los profetas; rechazan los dogmas de los doctores; aseguran que admiten el Evangelio"; repito, admiten el Evangelio, y por tanto, para Olagüe, no pueden ser mahometanos. Sin embargo, ¿quién dice que los musulmanes rechacen el Evangelio? Para un musulmán Jesús es un profeta y un hombre santo, aunque sea Mahoma el Profeta por antonomasia. Aquí yo veo más bien un paso intermedio entre el arrianismo y el islam. Hablamos de un texto del siglo IX. Seguramente esos herejes de los que habla sean predicadores del islam. Sí creemos que no sería una religión extendida, pero también que ya se estaría propagando, y este texto latino a mí me parece más cercano al islam que al arrianismo, que sí atendía a los profetas y a los doctores (seguramente, no dejaban de ser cristianos, que rechazaban la Trinidad, pero no el resto del corpus doctrinal). Pero, como dice Olagüe, si él mismo conoció personas instruidas que confundían a los anarquistas con los partidarios de la tercera Internacional, cuánto más fácil sería confundir a un arriano, con un "premusulmán" o un auténtico creyente. Por tanto, parece razonable concluir que aún habiendo entrado las primeras ideas islámicas, eran tan minoritarios sus seguidores y tan parecidas las ideas unitarias que no se reconocía como entidad el mahometismo por los que lo veían desde fuera en fechas tan tempranas. San Eulogio, maestro de Álvaro, en un viaje a los Pirineos (que no consigue atravesar por haber guerras), para en monasterios navarros y en uno encuentra una biografía de Mahoma, profeta nefando, que no conoce y se dispone a copiar. ¿Cómo puede un Cordobés no conocer a Mahoma? Entonces toman conciencia los teólogos cordobeses de que detrás de la herejía hay algo más. Es por entonces, año 850, cuando comienza a notarse la verdadera islamización a través de políticas severas por parte de Abderramán II, quien llevaba gobernando 30 años con medidas culturales orientalistas que hacían mella en la cultura autóctona (como se lamenta Álvaro de Córdoba). Pero primero fue lo cultural, después lo religioso.
Es en 857 cuando San Eulogio, por primera vez, llama la atención sobre que "non modo privatis, sed apertis vocibus vatis sua dogmata praedicant", es decir, ya empiezan a cantar los dogmas de su fe de forma pública los mahometanos, secta que consideraba que antes estaba oculta. Es el nacimiento de los almuédanos. Sin embargo, considera Olagüe que los mahometanos sinceros serían minoría. Mientras se propagaba la arabización, no ocurría lo mismo con el islam, más lento. La población hispana arriana asumía la cultura árabe, que era la moda, lo que representaba el progreso, sin abandonar necesariamente el arrianismo y el carácter liberal que considera Olagüe que proporcionaba dichas creencias cristianas heréticas. Un dato sorprendente que se explica por dicho motivo es la existencia del reino cristiano de Ronda de Ibn Hafsún (quien se bautizó durante su reinado), en el siglo X. Muy cerca de la capital del emirato andalusí, un hispano-árabe crea su reino cristiano. Estaba abocado a desaparecer, pues es muy difícil que lo árabe y lo musulman no vayan de la mano, y al final acabaron islamizados.
Otro detalle más: la mentalidad sexual. Considera Olagüe, apoyado en muy pocos documentos, algunos muy posteriores, que la oposición a Witiza, penúltimo rey godo, está causada por los mismos hechos por los que es apoyado por quienes lo hacen. Estos hechos están oscurecidos, pero Olagüe concluye que Vitiza tuvo que aprobar la poligamia y el matrimonio en el estado clerical (que si recoge alguna crónica) en el último Concilio toledano, el XVIII. No se conservan las actas del último Concilio de Toledo, y cree que fueron destruidas (se conservan todas las anteriores, diecisiete) porque recogían en sus cánones estas aprobaciones ordenadas por el rey. Lo confirmaría la crónica de Alfonso III ("Episcopis, presbyteris et diaconis uxores habere proecepit"), que muchos historiadores han considerado como una alusión a dicho Concilio. Remite también el autor a una crónica occitana del siglo IX donde se acusa a Witiza de vivir con concubinas y enseñar al pueblo a tales prácticas. Por otro lado, para la crónica del moro Raziz (Rasis), favorable al rey Witiza, hizo muchas mercedes al pueblo y los godos "vivieron en España en su tiempo en paz, et en justicia et en placer"; y este placer parece una referencia a dichas prácticas. Parece que había una posición popular favorable a la poligamia. El judaísmo no lo prohíbe, y judíos había muchos, y el arrianismo parece que nunca lo persiguió, así como el matrimonio de los sacerdotes, algo que en la Iglesia primitiva tampoco se prohibía. De hecho, en dos actas de concilios (Elvira y Braga) se recoge la bigamia en miembros del clero (lectores) y se prohíbe la comunión para quien se case con dos hermanas o hermanos, hasta el día de su muerte, donde por misericordia hay que dársela. Así, la islamización pudo tener mucho terreno favorable si se confirmara que la realidad ideológica social era tal.
En cuanto al símbolo de la estrella-sol, me aventuro a creer que es el precedente al geometrizado símbolo musulmán (pero que aparece en otras culturas de la estrella de ocho puntas. Fijaos en cómo se usa en una iglesia en Zamora en el siglo XII. Pinchad aquí.
En definitiva, el arrianismo siguió vivo tras la abjuración de Recaredo y siguió como tal durante el comienzo de la dominación islámica, como demuestran los textos de Esperaindeo (teólogo de la Escuela de Córdoba), según Menéndez y Pelayo, o el abate Sansón en su Apologeticus.
El siguiente paso que sigue Olagüe es negar que hubiera mahometanos en España en el siglo VIII y IX. Para ello usa textos de la Escuela de Córdoba, una escuela teológica trinitaria que escribe textos en el corazón de la Córdoba de los emires para refutar el unitarismo. Utiliza un texto de uno de ellos, Álvaro, que pide a su maestro Esperaindeo que le ayude a refutar ciertas doctrinas nebulosas ("qualiter haeresis eorum nebulosa et nefanda"). Considera Olagüe que son arrianos porque, según Álvaro: "No creen que una Trinidad pueda componer una unidad, ni una unidad una Trinidad; repudian las palabras de los profetas; rechazan los dogmas de los doctores; aseguran que admiten el Evangelio"; repito, admiten el Evangelio, y por tanto, para Olagüe, no pueden ser mahometanos. Sin embargo, ¿quién dice que los musulmanes rechacen el Evangelio? Para un musulmán Jesús es un profeta y un hombre santo, aunque sea Mahoma el Profeta por antonomasia. Aquí yo veo más bien un paso intermedio entre el arrianismo y el islam. Hablamos de un texto del siglo IX. Seguramente esos herejes de los que habla sean predicadores del islam. Sí creemos que no sería una religión extendida, pero también que ya se estaría propagando, y este texto latino a mí me parece más cercano al islam que al arrianismo, que sí atendía a los profetas y a los doctores (seguramente, no dejaban de ser cristianos, que rechazaban la Trinidad, pero no el resto del corpus doctrinal). Pero, como dice Olagüe, si él mismo conoció personas instruidas que confundían a los anarquistas con los partidarios de la tercera Internacional, cuánto más fácil sería confundir a un arriano, con un "premusulmán" o un auténtico creyente. Por tanto, parece razonable concluir que aún habiendo entrado las primeras ideas islámicas, eran tan minoritarios sus seguidores y tan parecidas las ideas unitarias que no se reconocía como entidad el mahometismo por los que lo veían desde fuera en fechas tan tempranas. San Eulogio, maestro de Álvaro, en un viaje a los Pirineos (que no consigue atravesar por haber guerras), para en monasterios navarros y en uno encuentra una biografía de Mahoma, profeta nefando, que no conoce y se dispone a copiar. ¿Cómo puede un Cordobés no conocer a Mahoma? Entonces toman conciencia los teólogos cordobeses de que detrás de la herejía hay algo más. Es por entonces, año 850, cuando comienza a notarse la verdadera islamización a través de políticas severas por parte de Abderramán II, quien llevaba gobernando 30 años con medidas culturales orientalistas que hacían mella en la cultura autóctona (como se lamenta Álvaro de Córdoba). Pero primero fue lo cultural, después lo religioso.
Es en 857 cuando San Eulogio, por primera vez, llama la atención sobre que "non modo privatis, sed apertis vocibus vatis sua dogmata praedicant", es decir, ya empiezan a cantar los dogmas de su fe de forma pública los mahometanos, secta que consideraba que antes estaba oculta. Es el nacimiento de los almuédanos. Sin embargo, considera Olagüe que los mahometanos sinceros serían minoría. Mientras se propagaba la arabización, no ocurría lo mismo con el islam, más lento. La población hispana arriana asumía la cultura árabe, que era la moda, lo que representaba el progreso, sin abandonar necesariamente el arrianismo y el carácter liberal que considera Olagüe que proporcionaba dichas creencias cristianas heréticas. Un dato sorprendente que se explica por dicho motivo es la existencia del reino cristiano de Ronda de Ibn Hafsún (quien se bautizó durante su reinado), en el siglo X. Muy cerca de la capital del emirato andalusí, un hispano-árabe crea su reino cristiano. Estaba abocado a desaparecer, pues es muy difícil que lo árabe y lo musulman no vayan de la mano, y al final acabaron islamizados.
Otro detalle más: la mentalidad sexual. Considera Olagüe, apoyado en muy pocos documentos, algunos muy posteriores, que la oposición a Witiza, penúltimo rey godo, está causada por los mismos hechos por los que es apoyado por quienes lo hacen. Estos hechos están oscurecidos, pero Olagüe concluye que Vitiza tuvo que aprobar la poligamia y el matrimonio en el estado clerical (que si recoge alguna crónica) en el último Concilio toledano, el XVIII. No se conservan las actas del último Concilio de Toledo, y cree que fueron destruidas (se conservan todas las anteriores, diecisiete) porque recogían en sus cánones estas aprobaciones ordenadas por el rey. Lo confirmaría la crónica de Alfonso III ("Episcopis, presbyteris et diaconis uxores habere proecepit"), que muchos historiadores han considerado como una alusión a dicho Concilio. Remite también el autor a una crónica occitana del siglo IX donde se acusa a Witiza de vivir con concubinas y enseñar al pueblo a tales prácticas. Por otro lado, para la crónica del moro Raziz (Rasis), favorable al rey Witiza, hizo muchas mercedes al pueblo y los godos "vivieron en España en su tiempo en paz, et en justicia et en placer"; y este placer parece una referencia a dichas prácticas. Parece que había una posición popular favorable a la poligamia. El judaísmo no lo prohíbe, y judíos había muchos, y el arrianismo parece que nunca lo persiguió, así como el matrimonio de los sacerdotes, algo que en la Iglesia primitiva tampoco se prohibía. De hecho, en dos actas de concilios (Elvira y Braga) se recoge la bigamia en miembros del clero (lectores) y se prohíbe la comunión para quien se case con dos hermanas o hermanos, hasta el día de su muerte, donde por misericordia hay que dársela. Así, la islamización pudo tener mucho terreno favorable si se confirmara que la realidad ideológica social era tal.
COMIENZA EL CONFLICTO
Muere Vitiza, según las crónicas más antiguas, de forma natural, tras dejar a su hijo mayor Achila (Ajila) como heredero, pero al ser menor, no tiene la autoridad suficiente. Los obispos y los aristócratas nombran rey a Rodrigo, que sería el representante de los trinitarios (no respetar la decisión de Witiza me hace pensar que Olagüe puede no estar desencaminado, tuvo que hacer cosas contra la religión para que los obispos, mayoría en estas decisiones, prefirieran a otro). Entonces, el pueblo, que preferiría al hereje Witiza, se levanta porque creen un atropello la defenestración de Ajila. Esta es la lectura de Olagüe. No entiendo que a principios del siglo VIII, con las comunicaciones que había, el pueblo se levantara por este motivo. En todo caso me imagino a condes o duques concretos utilizando soldados a sueldo o sus esclavos para hacerlo. Sin embargo, la crónica del moro Rasis sí que habla de una gran convulsión que afectó a todos los pueblos, donde la gente se mataba. De ser cierto, dudo que fuese sólo por motivos de reyes, sino que seguramente la religión pudo afectar aquí.
Un personaje clave pareció ser don Opas, obispo de Sevilla, que según la tradición de algún manuscrito traicionó a Roderico en la batalla de Guadalete, provocando así la invasión musulmana. Olagüe, así, cree que Opas es un cabecilla del bando contrario de Roderico y lo que hace es apoyar a los hijos de Vitiza en su enfrentamiento u oposición a Rodrigo. Sin más (y sin menos). Crónicas bereberes señalan que, muerto el gobernador de la Bética, por manos de Roderico, los partidarios de los hijos de Vitiza pedirían ayuda a los godos de la Tingitana, que vendrían con "tropas auxiliares" africanas, venciendo a Roderico cerca de la Bahía de Cádiz. Desaparecido Roderico (quizás gobernando sólo en Lusitania, tras perder el control del resto de la Península), nadie fue capaz de tomar el control de la Península durante sesenta años.
CONCLUSIONES DE OLAGÜE
Os resumo unas conclusiones que saca Olagüe y que creo que pueden servir para ir terminando el resumen y comentario:
Un personaje clave pareció ser don Opas, obispo de Sevilla, que según la tradición de algún manuscrito traicionó a Roderico en la batalla de Guadalete, provocando así la invasión musulmana. Olagüe, así, cree que Opas es un cabecilla del bando contrario de Roderico y lo que hace es apoyar a los hijos de Vitiza en su enfrentamiento u oposición a Rodrigo. Sin más (y sin menos). Crónicas bereberes señalan que, muerto el gobernador de la Bética, por manos de Roderico, los partidarios de los hijos de Vitiza pedirían ayuda a los godos de la Tingitana, que vendrían con "tropas auxiliares" africanas, venciendo a Roderico cerca de la Bahía de Cádiz. Desaparecido Roderico (quizás gobernando sólo en Lusitania, tras perder el control del resto de la Península), nadie fue capaz de tomar el control de la Península durante sesenta años.
CONCLUSIONES DE OLAGÜE
Os resumo unas conclusiones que saca Olagüe y que creo que pueden servir para ir terminando el resumen y comentario:
- Con la caída de la monarquía goda, la idea religiosa es el motor de la revolución. Predomina el carácter de guerra civil religiosa, pero no se trata del islam, sino del sincretismo arriano.
- Pasados los primeros años de guerra civil, mientras el sincretismo arriano evoluciona hacia el musulmán, la guerra de religión pasa a ser guerra de individualidades por la hegemonía. [Añado yo un breve comentario, y es que no hay que olvidar cómo Ajila II gobernó la Tarraconense y la Narbonense sólo y no reconocía a Roderico como rey, que parece que tras la batalla de Guadalete mantuvo el mando sobre la Lusitania, donde tampoco parece que reconocía a Ajila como rey, por lo que algunas crónicas señalan, pues unas declaran que tras Vitiza gobernó Ajila, y otras que fue Rodrigo, según las simpatías o conocimiento].
- Empiezan los españoles a aprender el árabe [en época de San Eulogio, la generación de los padres conocían mal dicha lengua, y los hijos ya escribían incluso poemas en árabe] y el proceso de asimilación de la cultura arábiga se acelera con la política realizada por Abd al Ramán II. [Entiendo que es el momento de la propagación del modo de vestir oriental, mayor cantidad de transacciones con Oriente, entrada de más literatura y mayor predicación unitarista-premahometana o mahometana.]
- En el siglo X surge el mahometismo liberal, fusión de arrianismo y sincretismo musulmán. La cultura arábigo-andaluza ha cuajado [el término no es correcto, y trasluce parcialidad por parte del investigador. Si niega que España existiera, aunque el nombre ya se utilizara, qué menos que niegue también la existencia de Andalucía, cuando no existe ni el nombre: andalusí sería lo correcto.].
- En los siglo XI y XII llega dicha cultura a la cúspide y ocurre la verdadera invasión de los moros (por Mauritania), que serían los almorávides, introduciendo el dogmatismo musulmán, eliminando el elemento arriano y así empieza la decadencia arabigoandaluza.
¿Cómo es que las crónicas nos remiten gobernadores, guerreros, etc. con nombres árabes y con genealogía árabe desde el mismo 711? Es el gran problema que surge para creer toda la tesis de Olagüe llegados a este punto, y también contesta a ella. Para Olagüe, las crónicas africanas, arabizantes, pretendían que lo ocurrido en España era producto de una invasión, pues no entendían que hubiese habido una evolución de ideas antes de la conflagración bélica. Se quedaron con que hubo una guerra, un desplazamiento de población (y aquí entra el eje del cambio climático al que no hemos prestado atención, pero que consiste en unas sequías que provocó desplazamientos por hambre coincidiendo con la llegada de Taric). Estas crónicas arabizaban los nombres de los guerreros (el conde don Julián mismo aparece como Yulian, Bailan y otros nombres, o un obispo, Juan Hispalense aparece como Said Almatran; ¿quién leyendo una crónica árabe podría imaginar que tras ese nombre hay un obispo que trabaja en la administración musulmana de Al-Andalus? Incluso Taric sería un jefe militar godo (considera Taric nombre godo, aunque con una falsa etimología que me ahorro poner aquí) que llevaría a un tribuno con él, es decir, un jefe militar de origen romano. Y hay más ejemplos. También les buscaban ascendientes árabes o bíblicos, para ensalzar aún más la raza árabe. En realidad eran hispano godos enzarzados en una guerra civil, culturalmente arabizándose, aún no islamizados. Los ejemplos más flagrantes son los supuestos Omeyas. Para Olagüe, la familia gobernante del emirato desde Abderramán I serían de origen godo (pelo rojizo, piel clara, ojos azules), algo que va en consonancia con el gusto de los mismos en casarse con mujeres navarras rubias. Lo de emparentarse con los omeyas y, por tanto, com Mahoma sería sólo el subterfugio para justificar su cargo en una época donde la ignorancia y la credulidad daba pie a creer en estas genealogías.
Queda un detalle por tratar. El arte y cómo aparece la leyenda de la invasión. Eso lo dejaremos para la siguiente entrada del blog.
CONCLUSIONES MÍAS
No podemos negar valentía de Olagüe al defender en este libro las tesis acerca de la entrada no violenta del islam en la Península y su posterior desarrollo, contrario a las tesis tradicionales. Sin embargo, dentro de su radicalidad, hay que reconocer que no es fanático. Radical, es decir, apegado a la raíz de los hechos y las ideas, sí, fanático, es decir, militante irracional de una tesis, no. Todo lo pretende razonar, justificar; reconocer en no pocas ocasiones que a falta de suficientes documentos coetáneos, aventura sus hipótesis a riesgo de estar equivocado y a la espera de que aparezcan nuevas pruebas. Un ejemplo, podrían ser muchos, es su rechazo a creer a pies juntillas los documentos musulmanes coetáneos a los hechos del siglo VIII, o cuando, en la página 174 (capítulo VII), ante la falta de documentos previos al siglo IV que demuestre la presencia de cristianos en la Península, niega la exageración de atribuir a un texto de Prudencio la categoría de prueba de la existencia de centros importantes cristianos, cuando el texto es referente a dos, ni niega que hubiera. Cree que pudo haber, que es razonable que hubiera, pero que serían minoritarios.
También reconocemos que todo gira a demostrar sus tesis y para ello no duda en forzar razonamientos o en no entrar en algunos detalles. Sigue sin estar clara la proliferación de nombres árabes tan pronto (aunque su idea es interesante), así como de expresiones culturales orientales. Habría que creer en una sociedad goda bastante atrasada y poco creativa (con la excepción de algunos intelectuales como san Isidoro) que fue fácilmente influida por la cultura que estaba despuntando en aquel momento en Oriente.
Queda un detalle por tratar. El arte y cómo aparece la leyenda de la invasión. Eso lo dejaremos para la siguiente entrada del blog.
CONCLUSIONES MÍAS
No podemos negar valentía de Olagüe al defender en este libro las tesis acerca de la entrada no violenta del islam en la Península y su posterior desarrollo, contrario a las tesis tradicionales. Sin embargo, dentro de su radicalidad, hay que reconocer que no es fanático. Radical, es decir, apegado a la raíz de los hechos y las ideas, sí, fanático, es decir, militante irracional de una tesis, no. Todo lo pretende razonar, justificar; reconocer en no pocas ocasiones que a falta de suficientes documentos coetáneos, aventura sus hipótesis a riesgo de estar equivocado y a la espera de que aparezcan nuevas pruebas. Un ejemplo, podrían ser muchos, es su rechazo a creer a pies juntillas los documentos musulmanes coetáneos a los hechos del siglo VIII, o cuando, en la página 174 (capítulo VII), ante la falta de documentos previos al siglo IV que demuestre la presencia de cristianos en la Península, niega la exageración de atribuir a un texto de Prudencio la categoría de prueba de la existencia de centros importantes cristianos, cuando el texto es referente a dos, ni niega que hubiera. Cree que pudo haber, que es razonable que hubiera, pero que serían minoritarios.
También reconocemos que todo gira a demostrar sus tesis y para ello no duda en forzar razonamientos o en no entrar en algunos detalles. Sigue sin estar clara la proliferación de nombres árabes tan pronto (aunque su idea es interesante), así como de expresiones culturales orientales. Habría que creer en una sociedad goda bastante atrasada y poco creativa (con la excepción de algunos intelectuales como san Isidoro) que fue fácilmente influida por la cultura que estaba despuntando en aquel momento en Oriente.
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