sábado, 11 de agosto de 2018

La revolución islámica en Occidente, de Ignacio Olagüe. Segunda parte.

          Como dije en la entrada anterior, en esta iba a explicar cómo y porqué se creó la, según Olagüe, leyenda de la invasión de la Península. Pensaba que me ocuparía más espacio, pero va a ser rápido mencionarlo.
Ilustración de una obra de Ibn Habib

          El porqué es fácil de explicar: la leyenda aparece en códices cristianos en el siglo X u XI. Para entonces se han olvidado las circunstancias de los hechos acaecidos en el siglo VIII. Es decir, se sabía que había ocurrido algo que vino a significar el fin del imperio godo y de la religión cristiana en toda la Península. Pero ¿el qué?. La ignorancia llevó a la lectura de los textos árabes, y en las crónicas de esta cultura aparecen relatos (historietas egipcias) sobre una invasión guerrera. Como los cristianos del norte habían perdido la conciencia de que los musulmanes pudieran ser de origen hispanogodo, para ellos eran sarracenos (por el cambio cultural producido en los que en el siglo x son musulmanes y antes cristianos, que hablaban árabe y en el pasado latín). Así, los cristianos del norte asumen la historia leída en textos en árabe: la Península había sido ocupada en 711 por un ejército musulmán; por tanto, los cristianos del norte eran los que quedaban libres o liberados y representaban el poder godo o hispano anterior.
          Este relato, según Olagüe, llega a la Penínsua de mano de, entre otros, un tal Abdelmalik ibn Habib (aquí se pregunta Olagüe: "¡A saber cómo se apellidaría su padre!", como referencia a la moda de buscar antepasados árabes en los conversos, pues no olvidemos que habib significa "amigo" en árabe; es decir, para Olagüe este señor era hijo de un converso o de familia conversa), que vivió en 796, de adulto viajó por Oriente (Olagüe nos habla sólo de Egipto) donde aprendió la historia de la invasión de la Península. Es decir, para Olagüe, este ibn Habib debía despreciar el conocimiento que pudiera haber en su tierra natal sobre esos hechos ocurridos cien años antes, de los que aún habría memoria, y prefería conocerlo de boca de maestros egipcios que no conocían los hechos en realidad. Olagüe cree que estos sabios musulmanes egipcios aplicaban en los hechos de la Península el modelo ocurrido en las conquistas de Mahoma. Y ese modelo se propagó luego por Hispania a través de las crónicas árabes, de donde pasaron, como he dicho, a las cristianas.
          Se había perdido los motivos de los hechos ocurridos un siglo y más antes, sólo quedaba la realidad, el cambio, la "revolución"; y lo fácil era quedarse con la violencia, que era lo material. El conflicto se conocía, pero los porqués no, la evolución de las "ideas-fuerza" no. Y ese es el punto de inflexión para Olagüe.
          También hable en la entrada anterior de que trataría del arte. Es lo que quedaba de libro antes de los apéndices y del epílogo, que os los voy a ahorrar.
          El primer capítulo dedicado es una propuesta de periodización del arte hispano desde el arte visigodo al siglo XV. Este arte tenía un elemento cohesionador para poder considerarlo un arte concreto, que sería el arco de herradura, pero se dividiría en dos períodos, hasta 833 el primero, y el segundo hasta el siglo XV.. Para él, había un arte hispano (al que llama torticeramente ibero-andaluz) que duró hasta Abderramán II. Dentro de este arte había tendencias iconófilas y otras iconoclastas. Los cristianos trinitarios vacilaron entre una y otra, aunque al final optaron por el uso de la iconografía; los arrianos igual, pero al final y sobre todo con la llegada del islam, triunfó la iconoclastia. Con la división de Iberia en dos partes, la cristiana y la musulmana, en la zona cristiana el arte muere por desgaste o congelamiento, le falta fuerza creativa, y con el tiempo aparece el románico, casi como una evolución. En la zona musulmana, el arte ibero-andaluz evolucionaría al arábigo-andaluz, que se distinguiría bien en 833 (cuando, según él, el templo de Córdoba se convierte definitivamente en mezquita con las reformas pertinentes), por su propia fuerza interna creativa más las influencias iranias y bizantinas. El autor se para en distintos aspectos del arte: decoración, arquitectura, escultura... para ir analizando las características y asignarlas a un estilo, poniendo ejemplos de monumentos; no me pararé a enumerarlos porque sería engorroso. Si algún lector tiene interés en conocerlos que deje un comentario y dejo un resumen.
          Esto último, el hecho de que vaya por los elementos concretos de cada aspecto artístico para demostrar su periodización, es un esfuerzo que habla en favor del autor. Ha sido criticado duramente por su falta de rigor. No negaremos que es aventurado casi todo lo que dice, que ante hechos no explicables fácilmente, él aplica sus prejuicios que tiene bien razonados para explicarlos, y de ese modo va creando un armazón lógico-argumentativo que, para el lector lego como yo en la materia, parece contundente y fiable.
          El último capítulo trata de la Catedral de Córdoba. Seré breve: existía una basílica en época cristiana, quizás del siglo V, llamada por las crónicas árabes de San Vicente. Esta basílica sería el templo de Abderramán I, donde fue nombrado emir. Según las crónicas, tardó un año en hacer el templo, mientras que algunas remodelaciones posteriores tardaron 15 años. Por tanto, para Olagüe, lo que se llevó a cabo por el primer emir fue una remodelación menor, pero la planta y el bosque de columnas sería el original cristiano, para más señas, de origen arriano, aunque los católicos lo usaran también antes de 711. Quedan las dudas de qué ocurre con los cimientos que se han mantenido en el subsuelo. Para Olagüe serían de edificaciones anteriores.
          He buscado en internet críticas a su obra, la primera que leí, muy negativa y beligerante contra Olagüe, me pareció que adolecía de todos los defectos de los que acusaba a Olagüe. En ningún caso contraargumenta, se basa la reseña en mencionar aquello en lo que no está de acuerdo y dar por sentado que Olagüe se equivoca. Parte de un argumento válido, Olagüe no sigue un método científico claro, pero sin duda eso no invalida per se sus deducciones. Además, el argumentum ad hominem está por doquier. Yo, como lector ignorante pero curioso y serio, quiero una contraargumentación. Sus oponentes intelectuales no pueden basarse en decir que lo dicho por Olagüe es falso, yo quiero que me digan en qué yerra, que me den los datos verdaderos. La interpretación podrá ser subjetiva, pero los datos son los datos, y Olagüe da muchos (aunque más aún son sus deducciones sin apoyo documental, algo que él mismo reconoce, algo que habla también bien de su buena voluntad).
          Quiero que alguien aporte los mismos datos, corrija los que Olagüe ofrezca erróneamente, aporte nuevos y de una interpretación justificada que contradiga las conclusiones de Olagüe. Eso es lo serio.
          Para finalizar, haré la crítica antimordaz que me gusta hacer de vez en cuando. Los tontonazionalistas andaluces se han tomado en serio todo esto, de modo que para ellos los andaluces crearon ex-nihilo el islam antes de que llegaran los poquísimos árabes; además, hasta la llegada de los moros (almorávides y almohades) este islam autóctono era liberal, iconófilo, rico en intelectualidad y creó un ambiente de riqueza cultural. Todo por la propia virtud de los andaluces (error de Olagüe utilizar ese nombre, pues con él se refiere a todo lo que había desde Gibraltar hasta el Duero y el Ebro, no a Andalucía, algo que los andalucistas no han tenido en cuenta). Olagüe en realidad lo que hace es crear una división entre cristianos trinitarios (para él son intransigentes e hipócritas por lo general) y unitarios (liberales, coherentes y abiertos de mentes). Para nada intenta resucitar un andalucismo muerto (si es que existió de verdad). Sin embargo, las comunidades de conversos musulmanes y andalucistas lo han tomado de ese modo y se toman la creación de Olagüe como la verdad última.
 
Os dejo unos artículos sobre el tema, que critican la obra de Olagüe:
--Entrevista a Alejandro García Sanjuán, profesor de la Universidad de Huelva 
--Entrada en un blog de El País, así que la calidad del mismo es poca: argumentum ad hominem y utiliza un argumento que también utiliza Olagüe, el de las monedas, sólo que él lo interpreta de una manera como vimos en la entrada anterior, y en este artículo en vez de contestar a la reflexión de Olagüe, se limitan a decir que las monedas son prueba de lo contrario de lo que dice Olagüe. Nada serio. Da vergüenza que argumente así un profesor del CSIC. Supongo que no tendrá nada que ver el pasado jonsista de Olagüe. 
--Artículo de opinión-reseña sobre la publicación de esta obra en el Periódico de Aragón. De nuevo la descalificación. Si un lector curioso y de mente abierta quiere enterarse de algo, quiere que le informen, objetivamente, y si hay que criticar, que se haga con argumentos. De nuevo un artículo donde se descalifica sin más y no se explica nada. 
     
          Con este tipo de críticas, acabas teniendo simpatía por Olagüe. Cuando a un disidente se le ataca sin argumentos en un periódico, por parte de profesionales, entonces parece que no hay argumentos que aportar. Cuando salió el engendro del Principito en "andalú", más allá de la crítica antimordaz, me limité a argumentar el por qué del disparate. No hace falta que escriba un libro, me basta con un artículo. Si en los artículos que me voy encontrando hubiera razonamientos, los tendría en cuenta. Gracias a Dios, hay cientos de libros sobre Al-Andalus serios de los que podré aprender, porque visto el "nivelazo" en la prensa...

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