Cuando en la educación secundaria leíamos las vidas de los grandes prohombres romanos, la parte que más me gustaba (lo digo con toda sinceridad) no eran las batallas o las grandes gestas políticas, sino la etapa (como en el caso de Sila y de los patricios exiliados) en que uno, después de haber trabajado por la república, podía retirarse a su villa en el campo.Al leer esto mi mente pasó a pensar en la actual educación secundaria, pues como bien dice el padre Fortea, "cuando en la eduación secundaria". En estos días en los que me ha tocado ser estudiante de un sistema educativo tan mal llevado, este contenido cultural es pobre. Anda por otros caminos lo que se pretende enseñar, casi diría que no se pretende enseñar, sino desarrollar habilidades.
Hoy en día no se lee vidas de nadie ni se reflexiona sobre nada. El poco contenido que queda en los libros está mostrado en sus tuétanos (ni siquiera en los huesos la han dejado, más bien devorado por las hienas los tenemos), en párrafos inútiles e idiotas que sólo sirve para ser memorizados para el examen. Conocimiento volátil. Evidentemente, frente a este conocimiento inservible, se alzan voces progresistas (falsamente progresistas) que exigen que la educación es otra cosa y estos contenidos deben eliminarse. Pero eso es el presente-futuro. En mi época de secundaria, cuando el contenido era esa amalgama de datos aislados y breves, del 2000 al 2006, en la praxis no parecía notarse mucho estas corrientes anticulturales, parece algo más actual, pero no era pequeña la cruz de recibir este contenido tan mal diseñado.
En definitiva, vergüenza me produce pensar en aquella época y no tener en mente qué autor prefería, qué me atraía más del Imperio Romano, qué me hacía ensoñar en mis ratos de vigilia de lo que en clase veíamos. En otro momento hablaré de las cosas que de aquella época me atraían y me gustaban de verdad, quizás sirva para una entrada, pero por ahora baste con decir que en aquella época era lo extracurricular lo que me hacía soñar por la noche.
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