Nada hay como encontrarse y admirar una foto no planificada, sino congelada por casualidad para perpetuar una historia casual en el tiempo. Donde el autor es irrelevante frente a la fuerza del suceso. Donde su aportación es siempre testimonial. Llevo tiempo coleccionando asombros, instantáneas que provocan la admiración o sorpresa del encuentro fortuito de un improvisado fotógrafo frente a una anécdota descomunal. Como diría Bresson se trata «solo de vivir y mirar. La fotografía, como caminar, no se enseña, se aprende»… y todos sabemos caminar para tropezar con el famoso instante decisivo.
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