domingo, 14 de junio de 2020

Laura, de Pío Baroja.


La presente obra, Laura o la soledad sin remedio fue publicada en 1940 y escrita durante la Guerra Civil y sobre ella va la novela. Al menos podemos pensar que Baroja, a través de la historia de los exiliados, alimentado de su propia experiencia, nos está hablando de la Guerra española. Muy interesante nos parece también la visión sobre Europa. En la obra aparece España, Suiza y Suiza de forma presencial, Alemania y Rusia a través de personas de aquellos países. Sus ojos son sus ideas y sus ideas nos muestra toda una colmena (y esta palabra no es gratuita como veremos) de relaciones sociales e ideológicas.


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Estructuralmente es una obra dividida en 5 partes. La primera es una presentación tanto del plan general como de los personajes en sí. El plan general porque Pío Baroja despliega ante nosotros un plantel de personajes, enseñándonos que esta novela no es solo biográfica, sino que Laura va a ser el foco desde el que contemplaremos las miserias y virtudes de todo personaje que se cruce en su vida y así será durante toda la novela. Asímismo, conocemos la personalidad de Laura, la principal y recorriendo su vida recorreremos la de los demás. Aquí podríamos recordar una obra salvando las distancias, La colmena, de Cela, cuya técnica narrativa, si bien distinta, pues no tiene un personaje que vaya marcando la senda del relato, plantea la narración de un modo no muy distintos, a saber, mostrándonos la realidad a través de todos los personajes que aparecen ante los ojos del narrador. En la obra que nos ocupa, más que del narrador, de Laura; pero es ahí donde radica la principal diferencia, sin modificar el planteamiento narrativo.

En la segunda parte la historia transcurre en Francia, en el exilio. Tenemos algo interesante aquí, y es que el exilio es de neutrales con alguna excepción. Ni rojos, ni blancos, ni azules. Vamos conociendo personajes, sin un interés especial, de conocer las colonias españolas en Francia. Ahí radica el interés de esta parte, conocer de la boca de distintos personajes cómo se ve el mundo. Puede aquí ser interesante la diferencia entre españoles, más tendentes a la izquierda o a la neutralidad, los franceses, a los que les pasa lo mismo, y luego, aparece en escena la colonia rusa, leales a los zares. Este cambio de foco es propia de La colmena, excepto por el protagonismo de Laura

La tercera parte se centra en Laura, una vez que se independiza de su familia y amistades. Aceptar servir como institutriz de la hija de un príncipe ruso, Golowin, que vive en Lucerna. Una vez que viaja allí, se vuelve a desplegar una panorámica de los personajes que sirven de coro como ocurre con todo lo que venimos viendo desde el comienzo. Conocemos más en profundidad a Golowin, que ya había aparecido fugazmente en París. Su amiga rusa, la que le presenta al príncipe ruso, la acompaña, pero no tiene la fuerza de Golowin. Al rededor de la villa alquilada por el príncipe se presentan los sirvientes que le acompañan, todos con alguna característica especial. Llama la atención la sirvienta que se dedica al jardín principalmente, alemana y nazi. No olvidemos que la novela está escrita durante la Guerra Civil Española, por lo que hay que pensar que aún no sabía Baroja que iba a comenzar una Guerra Mundial en la que el Tercer Reich sería el protagonista principal. La ama de llaves es una criada rusa, añorante de la rusa tradicional zarista, o, más bien, antibolchevique, a la que echa la culpa de todos los males de su época. Son quizás, las que más nos llaman la atención.

La cuarta parte es una visita a Inglaterra. Allí podemos encontrar la sociedad decadente y sofisticada, utilitaria y fuera de lugar que se contrapone a Laura. Laura, llegados a este punto, podríamos verla como representación (no queremos decir símbolo, porque no creemos por ahora que en Baroja haya literatura simbólica) de la España castiza según se la imaginaban los del 98. Ella es capaz de relacionarse con todo el mundo, pero no es soluble en ninguna parte. No al menos a principios del siglo XX. No al menos después de su época generadora de imperio. Así, se encuentra observadora, pero no asimiladora, y tampoco dadora de nada. Es un ente en hibernación o abúlico que renuncia a lo que no le gusta, pero no asimila lo que podría venirle bien. O no sabe asimilarlo y quizás la guerra venga de ahí.

En la quinta parte Laura se encuentra de regreso al centro de Europa y Francia. Ha llegado a un punto muerto en el que aun dando vida, aún viviendo una vida apacible externamente, dentro de sí tiene una especie de guerra. O podríamos interpretar que más que guerra, una incapacidad. Ni la maternidad, ni el matrimonio, ni la amistad, la hace feliz. Y eso la atormenta. Se siente sola, quizás se siente sola por estar fuera de su patria. Sin embargo, todo esto queda semioculto por la técnica narrativa por la que Baroja nos va situando a Laura en diferentes situaciones, espacios, para mostrarnos a través de sus ojos qué hay, qué se dice, quién lo dice y cómo es dicho sujeto. La lista de paseantes es interminable. La cantidad de opiniones que se va vertiendo de esto y lo otro, igual.

Y con un epílogo, necesario si Baroja quería subrayar que el protagonista no era el mundo, sino Laura, acaba la obra. Con Luara angustiada, sola y llorando.

Llama la atención poderosamente cómo el tiempo, uno de los rasgos integrantes de la novela (terminología de Jesús Maestro, 2017) como género, es tratado aquí de un modo especial. El tiempo del relato está íntimamente relacionado con la forma gramatical de la obra. Esta es a ratos de periodo corto, constituyendo una exposición en presente de hechos sintácticamente aislados. Pareciera en esos momentos un bosquejo más que una narración terminada. De hecho, creería perfectamente que es una obra precipitada en su publicación, más que descuidada en su redacción. Podríamos pensar, y es solo una hipótesis, que Baroja publica esto en 1940 intentando ser la primera fotografía narrativa de la Guerra Civil y sus consecuencias. Quizás, la premura, le traicionó. Sin embargo, ese toque rápido, de redacción a vuelapluma, casi incurriendo en el fragmentarismo, le da un aire vanguardista interesante, un sabor casi de cuaderno de campo, ¿de periodismo? Tal vez. Y esta rapidez de narración se conjuga con las elipsis y sumarios temporales que se producen en el relato. Entre dos frases, indicado quizás por un salto de párrafo, encontramos un salto temporal de meses incluso. Esto da velocidad a la lectura, la hace enemiga de la morosidad. Da la impresión de que podríamos leer a Baroja toda la tarde sin cansarnos.

Pasando a hablar un poco sobre el argumento que motiva y envuelve a toda la obra, las repercusiones de la Guerra Civil en la sociedad neutral, lo primero que debemos tener en cuenta es que, estallada esta, Laura, faro desde el que vemos a Europa y su sociedad, se enuentra en Francia, luego Suiza y durante un periodo corto, Inglaterra. A través de lo que ve y oye conocemos la situación real de España durante la guerra. En estos casos Baroja disimula muy bien lo que podría haber sido un relato periodístico. En ningún momento se nos antoja que hemos dejado la ficción atrás para adentrarnos en la Historia. Por poner un botón de muestra, sin ser el más representativo: en el capítulo 1 de la tercera parte podemos oír a Laura refiriendo lo que escuchó decir a las manifestantes comunistas en Madrid: “Hijos, sí, maridos, no”. En otros lugares encontré que lo dijo la Pasionaria.

Otro ejemplo, mucho más realista, lo podemos encontrar en el sexto capítulo de la segunda parte. Podríamos catalogar este capítulo de capítulo paréntesis. En él se describen las atrocidades de la Guerra Civil española. En vez de ir apareciendo, capítulo tras capítulo, de modo directo la realidad oscura y sangrienta de la guerra, en busca del efectismo más hortera (propio del maniqueísmo, por ejemplo, en Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez), se guarda este capítulo para ponernos al día de qué estaba ocurriendo, desde la distancia espacial y pasado por el tamiz de la ficción. No salen hechos generales, sino particulares. Se habla de personajes reales que, además, están tratados verazmente, pues se cuenta lo que hicieron o lo que les sucedió tal cual fue o al menos, tal cual se sabía en el momento: son Agapito García Atadell o Eduardo López Ochoa. Esto, por otra parte, nos habla de lo informado que parecía estar Pío Baroja sobre los sucesos que estaban ocurriendo. Recordemos que la obra se publica en Argentina en 1940. Como consecuencia, sabemos que el momento de la ficción es posterior a julio de 1937, cuando ya ha ocurrido el agarrotamiento de García Atadell.

Centrándonos un poco más en el argumento de la novela, los principales referentes son Laura y Mercedes. Mercedes es muy interesante en cuanto que juega con Laura un juego dialéctico ante la vida. Cada una se adapta de un modo distinto tras un infortunio, empujadas por su personalidad o por su psicología especialmente. Aunque no es fácil de afirmar esto. Mercedes es dibujada de un modo muy claro antes de que estalle la guerra. Tras este batacazo, tras su reencuentro con Laura en Francia, es una mujer nueva. No podemos negar aquí ciertos rasgos simbólicos, si es que no es producto de la improvisación en la que parece que está escrita la novela.

De Laura creo que ya se ha dicho bastante al comentar la estructura de la novela. A Mercedes podríamos caracterizarla atendiendo a su relación con la maternidad. Llega embarazada a Francia producto de una violación y su llegada a Francia parece ser el punto de inflexión. Esa unión carnal con la barbarie parece sintetizar a Mercedes, la esencializa, arrancándole las apariencias de señoritismo que tenía cuando era novia de un militar, Luis, el hermano de Laura. Ese momento creemos que sería el punto que utiliza Baroja para recrear a un personaje que aún no había tomado autonomía en la narración. Ahora que la tiene, se nos hace ver como una hembra, sin vestiduras. Entre muchas frases indicativas de su actitud o temperamento, podríamos destacar varias, desde la negación al aborto a la siguiente, en la que se dirige a Laura: <<¿Qué quieres? –le replicó ella burlonamente–, tú eres una chica muy romántica y yo no. Tu hermano Luis y yo somos vulgares. Nos consolamos pronto, tú no, tú eres una sensitiva. No eres para andar con horteras como yo. Vete con tu príncipe, que es lo mejor que puedes hacer.>>



Al final, Mercedes es adaptativa, es pura fuerza y capacidad de adaptación, es un personaje nietzscheano, mientras que Laura es totalmente pasiva, asumiendo lo que le llega, pero sin ganas de transformarlo o transformarse. Resistiendo lo externo, pero sin resistirse a sí misma. Y es lo que se ve reflejado en el epílogo.



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