Puede ser interesante, para los estudiantes que no hayan leído esta obra, que tengan en cuenta que si quieren tener un universo literario medio en condiciones, es más importante el canon que las novedades. Yo lo tengo clarísimo. Y esta novela es fundamental en la literatura española. No es la mejor, ni está llena de valores literarios inalcanzables, pero sí es fundamental por lo que ha dado de sí en la historia de la literatura y en la teoría de la literatura aplicada a la producción española.
Estamos ante una obra que nos ofrece con una perspectiva vital muy interesante, pues el protagonista/narrador, siendo pesimista, pareciera no saberlo. Constantemente nos reflexiona su punto de vista con unos razonamientos propios de quien no ha leído, pero es inteligente. Cela, para mostrarnos esto, creo que ha querido embellecer el lenguaje de Pascual Duarte hasta niveles increíbles, pero dentro de serlo, el efecto psicológico causado es tremendo (y no, no es un chiste). Dentro del estilo directo con una sintaxis casi barroca encontramos términos y giros que bien parecieran del estrato más vulgar posible, pues es lo que se esperaría de alguien que en los años 20 no ha pisado una aula, más allá de aprender a leer y escribir y toda su vida se ha dado al aire libre con la espalda doblada. Pero esos giros y léxico están tan bellamente adornados cuando el periodo se extiende más allá del sintagma, que la impresión trasciende del narrador y pensamos en Cela: qué bien escribe. López Nieto, en su Historia de la literatura española llega a hablar de cómo el quehacer dialógico de Cela le hace pensar en Quevedo o Valle-Inclán, podríamos resumir su opinión general de Cela, pero muy apropiada para La familia de Pascual Duarte, citándole: “su estilo revela, en efecto, una honda preocupación por las posibilidades estéticas del idioma”. Yo le secundo. Y es que no tenía el autor 30 años cuando había sido capaz de construir una narración tan hermosa y vulgar a la vez.
El relato, asimismo, destaca por ajustarse perfectamente al asunto. Es decir, el recuerdo de un condenado a muerte que quiere llegar a su propia catarsis mirándose en el espejo de su pasado. Y es propio que al escribirse (que al fin y al cabo es lo que hacía), se deje llevar por el discurso de su subjetividad y según el día acabe en un punto u otro. Es decir, que se enrolla cuando habla y acaba hablando de lo que no tenía pensado. Pero él lo sabe y se corrige. Todo esto va produciendo un realismo intenso que nos agrada como lectores. Hay un poco de vanguardia.
Pues bien, volviendo a nuestros posibles estudiantes que puedan verse atraídos por la obra, no dudéis en leerla. No solo ampliaréis vuestro registro de lecturas, sino que lo habréis hecho con una obra que sitúa los fundamentos de un nuevo modo de escribir, en el que el narrador, protagonista, a través de una forma de expresarse cuidada, pero personal, (para mis alumnos, no lo olvidéis, la forma), nos muestra su vida según sus recuerdos han decidido mostrarlos, pues nos hablan desde el futuro. En este sentido, es más importante esta obra que otra, que tímidamente se la sitúa entre la misma línea literaria del tremendismo, nombre que ha recibido este modo de narrar a raíz de la obra que estamos comentando, aunque en Las épocas de la literatura española, Pedraza-Rodríguez llaman tremendista a Madrid de corte a checa, de Agustín de Foxá, de 1938, pero a la que me refiero ahora es a La sombra del ciprés es alargada, siguiente obra en comentar, que es más noventayochista, pues importa más la angustia del protagonista que la narración en sí y, sobre todo, el relato. Pero de esta obra ya hablaremos. Torrente Ballester, en su Literatura española contemporánea considera que Cela no tuvo secuaces. Quizás habría que replantearse si tremendismo vale como término de escuela. Quizás sea hora de revisar nuestra crítica literaria topificada.
Viendo qué dice el libro escolar que uso este curso sobre esta obra, se centra en lo típico: la interpretación que se ha hecho de la obra superficialmente a lo largo de las décadas, que por antonomasia representa a la de todo el tremendismo y casi que a toda la producción literaria de la década de los cuarenta. En definitiva, esta obra refleja “los aspectos más sórdidos de la realidad” y según el libro el protagonista se justifica alegando que “el ambiente en el que se crió” lo llevó a hacer lo que hizo. No hay que leer con un detenimiento superior al que exige la lectura seria de cualquier obra para darnos cuenta que nada tiene que ver con al realidad. El propio protagonista, puede parecer acusar a sus circunstancias su situación, pero no es tanto determinismo como predestinación. No hay aquí un argumentario propio del naturalismo o del realismo social, aquí Cela parece más bien responder al naturalismo (aunque tenga mucho de él), creando una ficción con un motor distinto. Para Pascual Duarte, si él ha acometido crímenes de los que se arrepiente, es porque no podía actuar de otra manera, no porque fuera pobre y no fuera culto. De hecho, el nunca siente rencor por serlo, él no siente envidia de los que tienen más, él siempre habla con cariño de su casucha y de los pocos muebles que tiene, habla con amor de su esposa e hijo. Él tiene un argumento: uno nace destinado a hacer buenas o malas acciones. Y la acción nos muestra la realidad: Pascual tiene un problema psiquiátrico que no tiene nada que ver con sus circunstancias vitales. Él siente ira desenfrenada, no puede controlarla, aunque no quiera o no desee a priori cometer crímenes. Se ve irremediablemente avocado a acometerlas. Es algo que deja clarísimo Cela cuando nos sitúa el primer recuerdo criminal del protagonista. Si a alguien le he chafado la idea romántica de la obra que expresaba un descontento contra la situación material de posguerra, casi como una crítica contra Franco, no puedo compadecerme. El mismo Torrente Ballester, en la obra citada dice de un modo sincero, hablamos del año 1969 en la cuarta edición, la primera de 1963, que “los caracteres de este período literario no pueden explicarse, como se ha hecho varias veces, solo como resultantes de una determinada situación política: el expediente es fácil, pero nada convincente, porque esos mismos caracteres se hallan, a poco que quiera buscarse, en las generaciones anteriores”. Es lo que hay.
Y esto me lleva a revisar la “teoría” sobre el “tremendismo” como “expresión de la sensación de fracaso, del desarraigo y del sinsentido de la existencia”. Palabras textuales del libro escolar. He de decir que mucho léxico del más normal no es conocido por los estudiantes de la ESO actuales. El sentido de esta definición no la entendería nadie en un IES sin un ejercicio de varias sesiones para entender cada una de esas expresiones (por no hablar de la explicación de la obra que ya mencioné antes, cuando habla de “aspectos sórdidos de la realidad”, pues hablar de realidad para definir una obra de ficción es no decirle mucho a un alumno de la ESO). En definitiva, aún no sé muy bien qué es el tremendismo, pero la definición del libro escolar por ahora no me convence.
Cierro este breve comentario reiterando la necesidad de conocer el origen literario de Cela, cumbre de los escritores españoles durante 30 años, y con una larga trayectoria encomiable posterior.
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