domingo, 17 de mayo de 2020

Eugenio o Proclamación de la Primavera, de Rafael García Serrano

    Eugenio es una novelita, novela corta podríamos llamarla, reportaje novelado casi la llama Torrente Ballester, la primera de su autor, escrita entre abril de 1936 y noviembre de 1937. Terminada de escribir en el hospital donde su autor se recuperaba de la batalla. Aunque no vio la luz del papel impreso hasta 1938.

    Esta obra nace del sueño de un joven de 20 años, con el deseo ferviente y enamorado de dedicárselo a José Antonio Primo de Rivera y de poder entregársela en mano para su juicio censor. No lo consiguió, no al menos en persona, pero sí cumplió su sueño de poder estampar su dedicatoria, triste por las circunstancias.
    Su autor, sin ser cuestión relevante (para mi gusto) en el comento de un libro, sin embargo, creo de justicia reivindicarlo como un autor que si con 20 años fue capaz de escribir esta obrita, poco se le reconoce y poco se le ha de reconocer ya, por mucho que se haga. Pampilonense de nacimiento, fue falangista casi desde ese momento. Cubrió puestos de cierta importancia periodística durante el régimen de Franco y murió señalando siempre al “camarada” traidor. Fue fiel y, por serlo, mirado de soslayo.
    Pero pasemos a la obra. En cuanto a la narración, estamos ante una obra que fue catalogada, no siempre en buen tono, de barroca. No es muy sagaz el primero que así la juzga, pues ya en la misma obra hay referencias varias al mundo cultista y clásico del siglo de Oro, y la palabra “barroco” aparece alguna vez que otra. Seguramente fue fácil hacer la relación al leer la palabra en una obra cuyo estilo es algo retorcido y lleno de metáforas. Y esa es la gran engalanadura de la prosa del Eugenio. Su hermosura procede de la selección cuidada del concepto con el que adornar la palabra. Es decir, siempre encuentra la idea perfecta para embellecer la imagen que nos presenta ante la vista. El uso del adjetivo, colocado en lugares desacostumbrados, pero felices, provocan un socavo de nuestra ignorancia escritora que nos sonroja. Con qué facilidad embellece, con qué facilidad volea el léxico e ilumina la sintaxis poco usada. No, no es una obra barroca, erró el que así la consideró. Renacentista, del más hermoso. Y la pista es más fácil que la del barroco, pues la cita garcilasiana se repite, y se repite. Y el embeleso no se produce por el concepto en sí, si no por el acierto del mismo, por su exacta elección y colocación. Barroca es la mente que no lo ve.
    La obra trata de dos personajes. Tendemos a pensar que el protagonista es el héroe trágico. Y no es falsa la idea. El problema es que el héroe tiene su espejo, su contrapunto, su comentador. Y es tan poderoso el imán de Eugenio, que el espejo crece tanto, su contrapunto resuena con tal harmonía y la referencia es de tal perspectiva, que Rafael, el susodicho, se torna en segundo protagonista, por no quitarle a Eugenio su primera línea. Eugenio es un personaje que nace muriendo en el primer capítulo. Llega y decide su muerte. Eugenio se enamora, desnudo, porque no puede ser de otra manera el príncipe de la pureza de voluntad, pero Eugenio renuncia, porque siente un amor más grande que el carnal y el sentimental. El siente el amor militante, el amor del sacrificio. Y Eugenio, al final, muere, y muere para nacer. Muerto el hombre, nace el héroe, el mito. Y bien nace. Eugenio, por sus hazañas vitales, por su voluntad de vida y de muerte, se convierte en ejemplo para cualquier joven que como él, haya descubierto en valores superiores el ideal. Su vida y su muerte solo tienen un adverbio posible: bien.
    Esta lectura debe ser rehecha, porque cada oración es un tesoro, cada palabra de Eugenio es un poema recoleto, cada acción suya, un grito de libertad, por muy violenta que fuera. Porque en sus ojos y en su corazón conocía la Verdad única y el final seguro. Aquel final que eligió al nacer.
    El juicio de Torrente Ballester que mencionamos al comienzo, siendo este sabio y sabedor de lo que habla, nos parece prejuicioso. Es cierto el apasionamiento del autor por la causa defendida y cómo este sentir asalta la novela con furia mameluca. Pero no hay un hecho referido claro, no hay un episodio de nuestra historia como sí la hubo en Madrid, de corte a checa, de Foxá, por ejemplo. Aquí hay poesía novelada, hay lírica en prosa, y un argumento ligero, quizás lo achacable para negarle su carácter novelero; pero esta levedad del argumento no es más que la membrana que nos separa del abismo de la muerte, y esta es un tema muy serio. Y es esta la seriedad que le da la profundidad a la obra y así el argumento breve es el más profundo posible. Los grandes temas se esconden en los actos más sencillos: el roce de dos labios con la piel de una mejilla no es más que la eternidad del Amor hecha instante. No hay que decir más.
    Sin querer alargar este breve comentario más, lo ultimo recomendándolo. A los más jóvenes, como ejemplo de virtud. A los estudiantes, como ejemplo de hermosura. A los más mayores, para que nunca olviden lo que es ser joven. A todos, porque Eugenio se lo merece.
Mi ejemplar

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta aquí, si no te sientes mal

No te pierdas...

1984, de George Orwell. II La Policía del Pensamiento.

      "Si tanto el pasado como el mundo externo existen solo en la mente y esta es controlable... ¿qué nos queda?" 1984 , Ge...

Las más vistas

Estrella Polar.

Estrella Polar.
Podéis pedirme vuestro ejemplar