domingo, 24 de marzo de 2019

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. ¿Qué es la distopía?

Buscando listas de obras distópicas en la web, me encuentro listas muy heterogéneas. Tienen como punto en común una sociedad futurista y suelen incidir en el concepto dictadura. Las definiciones no están muy claras. Bueno, claras están. El problema viene cuando puedes poner ejemplos "excepcionales" y, en este caso, hay uno.

Tal que así es mi edición
En esta entrada vamos a intentar descubrir qué es la distopía. Sigue leyendo.

Cuando, como digo, se impone el concepto dictadura para definir "distopía", me pregunto si quienes lo hacen están repitiendo el tópico o están siendo críticos. Creo más bien lo primero. Y es que tenemos ejemplos como el de esta novela, donde no estamos ante un Estado totalitarista. Al menos no es su apariencia, pues estamos hablando de Estados Unidos, en un futuro próximo, donde hay elecciones democráticas de sufragio universal. 

Todo el mundo sabe de qué va. O puede mirarlo en internet. Aquí reflexionaremos sobre el concepto de distopía partiendo de esta obra. 

Los ingredientes de los estados distópicos que hemos leído hasta ahora vienen siendo el miedo fruto de que te puedan pillar cometiendo una infracción que deseas cometer, lo que te inhibe de actuar. El control del pensamiento para evitar que tengas esos deseos subversivos, de modo que sientas un profundo aprecio por el orden establecido; como motivo especial relacionado con este tema estaría el miedo causado por una guerra que se vende continuamente y que en algunas obras dudo que sea una guerra de verdad. Por último, la herramienta pragmática, la policía. El Estado ha surgido tras una guerra/revolución. Normalmente, en las distopías más puristas según mi criterio, la revolución se ve claramente que es la Rusa de 1917. 

Pues bien, en Fahrenheit 451 estamos, como he dicho anteriormente, en un estado liberal democrático. La gente no tiene tanto miedo al Estado como connivencia con sus prohibiciones. Una de estas prohibiciones ha sido la de leer. Pero ha diferencia del tópico, no se ha prohibido leer a secas, sino que es literatura y filosofía lo prohibido; de hecho, lo prohibido es la posesión de obras de ese tipo, no leer. Dejemos clara la cuestión. Durante un tiempo la sobreproducción de obras literarias de baja calidad hizo que la gente perdiera el interés en leer obras de calidad. Por otro lado, las obras más interesantes producían desasosiego, no divertimento; eran obras que te hacían pensar, que te hacían entristecer. En una sociedad donde el hedonismo es el sentimiento imperante, todo lo que te producía una pérdida de placer, identificado con la felicidad, era desechable. De ese modo, la sociedad, de un modo tácito, desterró a la literatura y a la filosofía. El Estado sólo sancionó oficialmente lo que el pueblo ya había decidido. No debían leerse obras que te hicieran entristecerte. No se podía tener libros de ese tipo.

Esto supone un control al estilo de las dictaduras. Se ve que hay un poder, que hace leyes. En esta obra, a diferencia de las demás, la decisión del pueblo es el origen de dichas leyes. Por eso existe la connivencia con dichas prohibiciones. La gente está feliz, lo tienen todo. Es la gran diferencia con las distopías donde el poder es una dictadura que inventa prohibiciones para dominar. Es cierto que en Fahrenheit 451 el poder acaba dominando, se entrevé si se lee con atención, pero el matiz de la prohibición de poseer ciertos libros es fundamental para entender la existencia de dos tipos de distopías. 

A pesar de que el poder utilice la connivencia del pueblo para dominarlo, para controlar su mente a través de las leyes, en ningún caso se nos dice explícitamente que este desarrollo de la sociedad fuese orquestado por el poder, ni siquiera se insinúa, sino que se desarrolla de forma natural, de forma libre. Es lo que la sociedad demandaba: felicidad a cualquier coste y de cualquier calidad. Por tanto, insisto, en esto se aleja de la tópica definición de distopía. La gente no tiene miedo como tal, tiene desprecio, odio, hacia un objeto que ya, a las alturas de la época que se describe en la obra, es desconocido para la mayoría de habitantes. Lo temen porque lo desconocen. Pero no por imposición estatal, sino por convicción previa a esta ilegalización. Es el caso inverso de 1984, por ejemplo, donde primero se prohíbe y luego la gente cree en el Estado y asume la verdad vendida. En la obra de Bradbury no hay una verdad oficial como tal.

También es cierto que con el paso del tiempo, a través de dicha prohibición, la gente crece en ignorancia, en desconocimiento. Y en el lugar del conocimiento crece la fe en la ley. Si algo se desconoce, la ley te indica el camino. En ello radica el poder del Estado. Querer saber aquello que la ley intenta controlar es lo que está mal visto y de donde surge la coacción y el control del Estado. Pero este, en sí, no es lo que comúnmente se entiende como dictadura. El respeto a la ley sustituye en esta obra la fe ciega en el líder y el Estado.  Son los principios del Estado liberal frente al dictatorial. Creo que este punto ha quedado claro.

El respeto a la ley viene acompañado por un motivo, el del miedo a una guerra, que sirve de herramienta de control en todas las obras distópicas leídas hasta ahora por mí. En este caso vuelve a ocurrir. Pero no podemos pensar que sea algo necesario cuando hay una dictadura. Actualmente podemos encontrar la amenaza de guerra y la guerra misma en medio mundo. 

Lo que no aparece es un cuerpo de policía omnipresente, pero sí un correlato que cumpliría la función de representante del estado y la ley: los bomberos. Pero era tan raro que alguien tuviera libros o se pillara con libros, que apenas trabajaban.

Como vemos, lo que hay en Fahrenheit 451 que nos la relaciona con 1984 o con Nosotros es la presencia de control de la mente y el castigo si intentas saltártelo. Nada más. El contexto, el origen de la situación de control, el sistema económico o político, nada es igual. Ni siquiera existe la tensión y el ambiente tan opresivo. Sólo había que saber dónde esconder los libros. 

Son estos argumentos los que me hacen preguntarme qué es la distopía. He acabado haciendo dos grupos de obras distópicas: 

Distopía de corte soviético o sovietista: 
  • Nosotros
  • El Cero y el Infinito
  • Kallocaína (la siguiente de la que hablaré)
  • 1984
Distopía de corte liberal
  • Fahrenheit 451
Ha falta de leer Un mundo feliz, por lo poco que se de ella, también lo introduciría en este segundo grupo.

En unos, el Estado es como he descrito al principio, el tópico, el de la dictadura socialista, la policía y el líder supremo. A excepción de El cero y el infinito, todas tratan un "lo que podría haber sido". Unas más futurista y otras menos. El segundo grupo es el grupo díscolo, donde la sociedad vive aparentemente libre, en un estado democrático liberal, con ley como la entendemos nosotros y sin líder. 

¿Entonces cuál es la definición de distopía? En un podcast grabado con un amigo y que publicaré en unos días en youtube y otras páginas, estuvimos analizando la cuestión. Llegamos a la conclusión de que el contexto de una sociedad malograda es muy importante, pero el quid de la cuestión reside en la pregunta: ¿malograda con respecto a qué? Parece ser que si la sociedad nos hace sentir repulsión es porque ha subsumido el libre albedrío. Parece que es ahí donde está la diferencia de obras como estas con respecto a ¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas? En esta, siendo la sociedad quizás igual de opresiva, el tema es la existencia, el ser mismo o la idea que de él se tiene o nos podemos hacer. Es menos importante qué tipo de sistema hay o si la gente es más o menos libres. En otras obras donde quizás sí es importante el tipo de gobierno, sin embargo, no gira la obra en torno al despertar del libre albedrío en el protagonista.

He ahí el núcleo del argumento de una obra distópica. Un protagonista que descubre que, aunque sea un ferviente seguidor (¿servidor?) del Estado y del líder (o de la ley), empieza a dudar de la prohibición, empieza a entrever entre los barrotes y la oscuridad de la celda de su alma, algo encarcelado, algo preso que poco a poco va cobrando forma en la penumbra del pensamiento y la intuición hasta que la conciencia descubre que es el libre albedrío, que había sido prohibido u olvidado a base de felicidad (Fahrenheit 451, Un mundo feliz) o de control del pensamiento (Kallocaína) opresión y mentira (1984, Nosotros, El cero y el infinito).

Así, Fahrenheit se me ha presentado como una obra que en términos de narratología ha sido un hito. Gracias a esta obra, mi reflexión sobre el género ha mejorado. Por supuesto, también gracias a la reflexión que hacemos en el podcast del que os he hablado y que publicaré en breve.

Para quien esté interesado, en mi perfil de instagram publico microcríticas de los libros que voy terminando:



Siguiendo con la #distopía acabo esta novela, #fahrenheit451🔥 que me ha producido satisfacciones diversas. Fácil y rápida, ofrece mucho sobre qué pensar (o una cosa, pero muy grande), a la vez de estar bien escrita. Se nota la influencia de #1984, #UnMundoFeliz y, diría, #Nosotros. Sin embargo, pensando sobre su adscripción al género distópico, me han entrado dudas sobre si es dicho género con la misma intensidad que #1984 o #Nosotros. Es algo sobre lo que discutiremos en el próximo podcast que estoy preparando. PLANTEAMIENTO ARGUMENTAL Un bombero (de los de la novela, que pegan fuego a libros) empieza a plantearse lo que deben tener en su interior para que sus poseedores se suiciden cuando son pillados y, en consecuencia, víctimas de los bomberos. Esta #novela es considerada fundamental dentro de la literatura de "pensar", aquella que nos hace plantearnos el mundo en el que vivimos. Quizás sea más interesante que #1984 pues el mundo es más parecido al nuestro, aunque la descripción más completa del poder en la de #Orwell la hace más rica en detalles y da más juego. Por lo pronto la recomiendo, especialmente a los adolescedntes inteligentes. #Bradbury
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