jueves, 31 de agosto de 2017

Narciso I. Narciso y Eco. Traducción propia.

P. OVIDII NASONIS
METAMORPHOSES
NARCISSUS. ECHO.
El más célebre por su fama[1], por las ciudades Aonias
daba respuestas irreprochables al pueblo pedidor.
La primera que admitió las pruebas de la confianza y de la sentencia valedera:
la azulada Liríope, a la que una vez, como río sinuoso,                                                 340
ciñó Cefiso y a la atrapada en sus aguas                                                                              5
arrastró con fuerza. Parió, la más hermosa, de su copado útero
a un niño, que por las ninfas ya entonces pudo ser amado,
y lo llama Narciso. Por este consultado: si fuese
a ver los tiemos largos de una ancianidad madura,                                                      345
el fatídico vate contesta: “si no ha de conocerse a sí mismo”.                                           10
Vana, largo tiempo, fue vista la voz del adivino: a aquella, el asunto
de la muerte hace creíble, así como el tipo de muerte y la novedad del desvarío.
Y como a tres veces cinco el cefisio[2] un año
había acumulado y había podido ser visto niño como joven:                                     350
a él, muchos jóvenes, muchas chicas desearon.                                                               15
Pero fue, en su belleza tierna, la soberbia tan dura:
ni jóvenes, ni muchachas lo tocaron.
Vio a este mientras movía angustiados ciervos a las redes
la ninfa de hermosa voz, que ni callar ante el que habla,                                           355
ni en primer lugar ella misma de hablar gustó, la resonante Eco.                              20
Un cuerpo hasta este momento Eco, no una voz, era; y, sin embargo, no otro uso
la charlante tenía de la boca, diferente al que ahora tiene:
podía imitar de muchos las más últimas palabras.
Hiciera esto Juno porque, pudiendo castigar                                                               360
a las ninfas que frecuentemente con Jove en el monte yacían,                                      25
aquella, inteligente, a la diosa largo tiempo retenía
hasta que huyesen las ninfas. Tras percibirlo la saturnia[3]
“de su lengua” dice, “por la que fui burlada, la utilidad
pequeña a ti te será ofrecida y brevísimo el uso de la voz”                                         365
y así confirma las amenazas: al fin esta, del final de lo que se dice,                            30
dobla las palabras y las palabras oídas devuelve.
Pues bien, cuando a Narciso por campos apartados vagando
vio y ardió, sigue las huellas a hurtadillas,
y cuando más persigue, la llama arde más íntimamente,                                         370
no de otro modo, que cuando al extremo de las antorchas                                         35
acercadas las llamas, los fogosos azufres untados arrebatan.
¡Oh! ¿Cuántas veces quiso acercarse con tiernas palabras
y usar súplicas delicadas? La naturaleza lo rechaza
y no permite que inicie. Pero, esto sí permite: aquella ha sido dispuesta                 375
a esperar sonidos a los que responde con sus palabras.                                              40
Casualmente, el chico apartado de sus compañeros por una marcha segura
dijera: “¿Hay alguien ahí?” y “¡Ahí!” respondiera Eco.
Este queda atónico y conforme mira a todas partes,
con gran voz grita “¡ven!”, aquella invoca al que invoca.                                            380
Miró atrás y de nuevo, sin que viniese nadie, dijo “¿Por qué                                        45
me rehúyes?” y otras tantas palabras, cuantas dijo, recogió.
Queda quieto y, engañado por el eco de las voces alternas,
dice: “¡Reunámonos aquí!” y nunca con más placer
disponiéndose a responder con sonido repitió Eco “¡Aquí!”,                                      385
y ella favoreció sus propias palabras y tras haber salido del bosque                            50
iba para echar los brazos al cuello esperado.
Aquel huyó y mientras huye: “Quita las manos de este abrazo,
dice, antes muriese que tengas para ti ocasión de nosotros”.
Nada repitió ella sino: “tengas para ti ocasión de nosotros”.          390
Despreciada, se esconde en los bosques y pudorosa, con las frondas su boca             55
oculta y desde aquel momento vive en grutas solitarias.
Pero, sin embargo, el amor se clavó y creció por el dolor de la repulsa.
Diluyen  las angustias sin descanso al cuerpo miserablemente
y contrae la piel la flacura y en aire la sustancia                                                             395
del cuerpo entero desaparece. Tanto la voz como los huesos quedan.                            60
La voz permanece, los huesos muestran haber contraído el aspecto de piedra.
Desde entonces se esconde en los bosques y en ningún monte es vista;
por todos es escuchada: el sonido es quien vive en ella.
Así, a esta, como a otras ninfas de las aguas o de los montes nacidas                          400
había este burlado, así a multitud de hombres antes.                                                        65
Por ello, alguno, despreciado, las manos a los cielos alzando
“¡Así ame él mismo pero sin apoderarse de lo amado!”
dijera. Conforme estuvo la ramnusia[4] con las justas peticiones.

Continuación: http://alargamientocompensatorio.blogspot.com/2018/08/narciso-ii-narciso-traduccion-propia.html



[1] Tiresias, cuya metamorfosis se cuenta en versos anteriores.
[2] Narciso, como hijo de Cefiso.
[3] Juno, por hija de Saturno.
[4] La diosa Némesis, por su templo en Ramnonte.

Cualquier crítica a la traducción será bien recibida. Hay que tener en cuenta que no es un texto lírico propiamente dicho, ni he buscado hacer un poema en español (que está en proceso), sino una traducción del latín de la obra de Ovidio, en el que los tiempos verbales a veces son un poco caóticos y la métrica, de algún modo, le exige transformar la sintaxis y la morfología. Pero vaya por delante que no busco vuestra benevolencia. En breve publicaré la continuación del mito de Narciso.

VALE

jueves, 24 de agosto de 2017

Narciso y la melancolía

   
fuente: http://www.florespedia.com/Imagenes/narcisos-hd.jpg
     Agosto corre y ya huelo la melancolía acercándose por las esquinas del calendario. No hace muchas semanas me obsesioné en cierto sentido no  muy enfermizo con el mito de Narciso. Ya no sé por qué, pero buscando información sobre él, hallé que sus referencias en la literatura clásica no son muy extensas. Ojo, pudiendo mirar en Graves, me quedé en dos o tres páginas de internet, empezando por la deleznable Wikipedia, que sin embargo tiene, a veces, algo bueno: referencias a obras y enlaces a web menos deleznables. De este modo, alcancé una versión papirácea de Oxirrinco.
     Al margen del interés de este, para mí, hallazgo, quise traducir la versión ovidiana y tal he hecho. Entre otras obligaciones, sacaba tiempo para poco a poco ir desmadejando la sintaxis y los sentidos del texto latino. Hoy he dado fin a la traducción, ahora quiero darle forma legible más o menos bonita. No sé si la publicaré, no sé si alguien leerá este artículo o si sólo me responderá, cual Eco, el sonido de mis propias palabras en los comentarios. Si sólo hubiera una persona que quisiera leer mi traducción, la mostraría.
     El origen, sin embargo, de tanto trabajo, está en mi deseo de poetizar de un modo nuevo el mito. Quizás un epilio, con matices líricos y en un estilo propio, mío, en que la gente que lee mis poemas pueda reconocerme, pero a la vez sienta que un mundo antiguo, mítico, desaparecido se esconde entre los versos y la melancolía de un ser solo, enamorado de su reflejo aun en las aguas subterráneas tras su muerte, allá donde el rico Plutón tiene su magnífica hacienda, inunde el alma del lector caro.

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