-El subtítulo no está en el original. Da una información desveladora que no podrían dejarla para la contraportada.
-La cubierta posee un ilustración que si es cierto que le da un toque oscuro y terrorífico, es anticlimático ya antes de leer nada. Pierde el final cualquier intensidad y lo implícito te lo exterioriza traicionando al autor de la novelita.
Por lo demás, es de lectura fácil, con buenos márgenes y letra clara.
La novela trata sobre un viaje de un señor para realizar una traducción al jmud (dialecto lituano, posiblemente ficticio) del Nuevo Testamento. Su anfitrión es un aristócrata que lo aloja en su castillo y permite que estudie en la biblioteca enorme y antiquísima que posee. En compañía de su anfitrión vive situaciones extrañas, a las que él no le da más importancia, pero a las que su narración sí le da un carácter que nos crea la sensación de extrañeza, más por lo implícito que conllevan esas situaciones que por lo que cuenta. Al final, con una (y no descubro nada nuevo) tragedia como acmé, se intuye la realidad, pero también lo fantástico. En ese momento hay que recopilar los datos "extraños" para concluir en algo coherente... pero no está tan claro.
Es una novela con dos planos de la narración: el más externo, en la que el profesor lee una especie de diario, y el más interno, que es el propio diario, la historia en sí (¡Hay Genette, si mi mente no te olvidara tan rápido!). Esto da más impresión de realidad.
La novela se vende en esta edición como romántica. Yo diría que es propia de su tiempo. De la década siguiente casi. Tenemos un tema de terror, pero con una sencillez y desapego a la tragedia por parte del estilo del novelista, que no hay momentos de tensión claros. Sólo extrañeza en algunos episodios más o menos fantásticos.
El narrador es el protagonista, hombre de fe (pastor evangélico) y de ciencia (lingüísta comparativista), lo cual produce un estilo narrativo adaptado a cómo debía ser un hombre así: incredulidad, claridad de exposición. Lo que a nosotros nos produce extrañeza, para él sólo es un elemento circunstancial de su viaje. Y, como no puede ser de otra forma, esto afecta al estilo narrativo. Ausencia de adjetivos que puedan crear un clima, ausencia de modalidad en la enunciación.
Evitaré un análisis exhaustivo, por lo que no analizaré todo lo concerniente a los protagonistas, pero habrá pinceladas suficientes.
Esta novela, enmarcada quizás en un romanticismo noir descafeinado en cuanto a la forma, mantiene el tema de la transformación, de la metamorfosis, tratando de llevar un tema de la novelística de terror propia de casi cien años atrás, a un público positivista en general. Tema este de la metamorfosis que, naciente quizás del folk-lore, se traslada al mundo de la alta cultura, presente en cualquier manifestación artística ya como obra original, ya como pastiche. Encontramos también el tema hermano, si es que no es un architema, de la doble naturaleza, puesto que en ningún momento encontramos la metamorfosis tal cual en Lokis, pero sí existe la doble naturaleza que se nos presenta en la literatura en obras como Drácula, Frankestein, el tema folklórico de la Bella y la Bestia, y en muchas otras hasta nuestros días, en adaptaciones de la mitología nórdica como la serie de cómics THOR de Marvel, o el mismo Beorn de El Hobbit. Incluso, el tema del Golem u hombre de piedra.
La tragedia del ser humano, en este caso, aparece en el origen de la doble naturaleza del conde, anfitrión del narrador, cuya respuesta sólo la tiene su madre loca, aunque el narrador sin querer nos va dando pistas en los epítetos que algunos personajes dan al conde. Incluso el mismo profesor, cuando lo describe en la noche en que comparten habitación, nos vuelve a dar pistas de forma inconsciente. Hay una segunda tragedia, la de la represión sexual a la que está sometida voluntariamente el conde, a pesar de su enamoramiento. Sin embargo, esta represión puede ser la causa de su cordura, o de su humanidad. Si consideramos la represión como autoimpuesta, no lo entenderemos hasta descubrir la útima tragedia. Esta última tragedia la encontramos al final, es la tragedia ocurrida al desaparecer el conde, con muerte incluida, y se nos queda la duda acerca del motivo, de lo que rodea al cadáver. Es el motivo de analizar las tragedias y sus relaciones. Este sería el plano más psicoanalizable, el menos fantástico. No es algo independiente, sino que existen otros elementos que sobrepasan y se relacionan con la doble naturaleza del conde, verdadero leitmotiv de la novela.
Así, si atendemos a la profecía de la bruja, podemos concluir en que haya habido la transformación y el final no sea ni más ni menos que el cumplimiento de un destino que el conde sólo ha sido capaz de aplazar sin poder evitarlo. Es el hado latino del que no se puede escapar, siendo en este caso escrito el día de la concepción del conde, en vez de pre-dicho por los dioses. Aquí tenemos el género fantástico del Romanticismo. El halo de nebulosa que rodean los hechos, no es simple misterio, es una realidad distinta en la que hay otras normas, que gobiernan las animalia de una forma nueva, distinta, en la que la profecía se valida y el límite entre la cordura y la locura no existe.
Sin embargo, el que no haya una imagen clara de la metamorfosis, nos deja la duda de qué es lo que ha ocurrido. Nos queda la opción de elegir lo sobrenatural o lo racional (que no es otra cosa que la locura que se hace visible hacia el final del relato, al menos en sueños, del conde).
Siendo la filología y la "folklorelogía" pretextos que introducen la acción, he disfrutado en algo la novela, que no se merece nuestro desprecio, sino que hay que entenderla. Una novelita con 25 líneas por página, 85 páginas, da para un cuento con el que dormirse uno, mientras hace el ejercicio de encontrar los elementos de estilo y narrativos que van dando cuerpo y calidad a la novela. Que la tiene. La recomiendo.
¿Ya has visto 'el libro de la imaginación' de Edmundo Valadés? Barron-Petinto
ResponderEliminarPues no, voy a buscar por internet a ver si me lo pillo.
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