martes, 28 de abril de 2015

la inutilidad de los políticos

El vídeo, a pesar de ser de las noticias de Antena 3, me ha encantado y tengo que dejarlo aquí para la posteridad.

Muy Grande Vicente Vallés

Posted by Kempoi CasMaikel on Venres, 24 de Abril de 2015

viernes, 24 de abril de 2015

Elric of Melniboné, Michael Moorcock

Tal cual es mi edición
Bueno, voy a hablaros de un libro después de mucho tiempo. Esta vez es esta, para mí, joyita de libro. Me pillé esta misma edición sólo por la portada y mi idea es conseguir la colección entera de la editorial DAW. 

Esta obra es distinta a otras obras famosas de literatura fantástica y que han sido hito en la literatura y han tenido repercusión en la sociedad actual a través del cine. Este libro forma parte a una serie de obritas centradas en un personaje y quienes le rodean, Elric de Melniboné. Su extensión contrasta con la de las novelas tipo que rondan de las 200 a las 350 páginas, al modo de Dragonlance, de El Señor de los Anillos, El Elfo Oscuro. En concreto, este libro tiene 160 páginas, en un tamaño pequeño (algo más grande que un octavo diría yo). Como vemos, una obra de rápida lectura.

En comparación con esas obras, a las que podría sumar la Saga de la Fractura o Narnia, en esta no hay un gran conflicto que ponga en peligro el mundo o una civilización, no es el asunto principal, aunque haya un amago que sirve de arranque de la historia. En esta novela corta el asunto gira en torno a la evolución psicológica de un personaje. Esta evolución no se produce sólo por medio de la experiencia del sujeto, sino que recibe ayuda de seres sobrenaturales que le dan empujoncitos, casi como dei ex machina. Sin embargo, hay una cuestión básica  que podemos tener en cuenta: el protagonista no es igual que los demás, es un ser distinto al resto de su raza, con intereses y esquemas mentales muy distintos a los que se esperan en un emperador de Melniboné.. Esta diferencia es la que causa un conflicto con otro aspirante al trono y de aquí surge la "aventura", que será el camino iniciático del protagonista.

La sociedad de Melniboné, como ella misma se define, está basada en la complacencia, en no alinearse con el bien ni el mal, sino simplemente en hacer lo que en cada momento le parece más adecuado, que puede ser desde controlar el mundo (como parece que ya pasó en el pasado) a simplemente darse a los bailes y las comilonas. Una ley basada en las costumbres y en la imaginación. Sí, imaginación. Los castigos se valoran según el ingenio que lleva a la máxima crueldad improvisada. Curioso cuanto menos. Lo que no se espera nunca, es el perdón, la misericordia y, sin embargo, es por estos caminos tortuosos para un Melniboniense por los que discurre la evolución del protagonista. ¿Por qué no llega nunca la muerte del malo? 

La respuesta nos deja patidifusos. Quizás sea lo mejor del libro, cuyo estilo narrativo nos parece casi infantil. Tanto el protagonista como el antagonista, dice Elric, han sido marionetas de un juego de las divinidades o seres supranaturales. Esos seres son los que desean la muerte, el enfrentamiento entre los mortales y Elric no está dispuesto a darle esa satisfacción. Detrás de esto tenemos una enseñanza, que es la que pretende mostrarnos Moorcock, y es, por lo que intuyo, por lo que criticaba a Tolkien. Dicha enseñanza sería que los humanos debemos ser LIBRES, pero libres en el sentido más infantil y básico, libres en el sentido de que debemos ser dueños de nuestro propio destino y hacer lo que creemos más oportuno sin dejarnos llevar por lo que la costumbre, la moral, la ley indique. Es la gran obra anarquista de fantasía.

Son muchas las cosas que se podrían analizar, pero no saldría bien parado Moorcock ni es cuestión el entrar ahora a analizar al por menor la cuestión aquí indicada de la evolución psicológica de Elric que le lleva a ser casi un mesías melniboniense del anarquismo. No lo haremos por si destruimos la construcción de Moorcock y preferimos quedarnos con la obra en sí, con el disfrute de un mundo nuevo de fantasía en el que la relación entre lo terrenal y lo sobreterrenal nos parece, a través de Elric, de lo más sencillo. Son aún muchas las aventuras que nos esperan de Elric con su espada Stormbringer, recuperada a lo largo de su aventura en esta novela, en un plano del universo (en un universo quizás) distinto del suyo propio, en el que se adentra de modo valiente en lo desconocido, aunque aquí tampoco transmite la sensación de mundo desconocido y de terror a lo desconocido que en Almuric percibimos. Quizás no sea propio de Elric el tener miedo, aunque sí dudas. Seguiremos descubriéndolo en próximas lecturas.

                                  OTROS

Hay una canción de Blue Öyster Cult, Black Blade, escrita entre Eric Bloom y Moorcock desde el punto de vista de Elric sobre su espada Stormbringer




I have this feeling that my luck is none too good
This sword here at my side don't act the way it should
Keeps calling me its master, but I feel like its slave
Hauling me faster and faster to an early, early grave
And it howls, it howls like hell

I'm told it's my duty to fight against the law
That wizardry's my trade and I was born to wade through gore
I just want to be a lover, not a red-eyed screaming ghoul
I wish it'd picked another to be its killing tool

Black blade! Black blade!
Forged a billion years ago
Black blade! Black blade!
Killing so its power can grow

There's death from the beginning to the end of time
And I'm the cosmic champion and I hold a mystic sign
And the whole world's dying and the burdens mine
And the black sword keeps on killing 'til the end of time

Black blade! Black blade!
Bringing chaos to the world we know
Black blade! Black blade!
And its using me to kill my friends
Black blade! Black blade!
Getting stronger so the world will end
Black blade! Black blade!
Forcing my mind to bend and bend

The black blade
Forged a million billion years ago
My cosmic sword goes on for eternity
Carving out destiny
Bringing in the lords of chaos
Bringing up the beasts of Hades
Sucking out the souls of heroes
Laying waste to knights and ladies
My master is my slave
Hahahahahahahahahahahahahahaha!

martes, 21 de abril de 2015

opiniones entendidas del desastre de la educación actual

En este maremágnum en el que me encuentro, donde olas de información me asaltan a la vez que quiero dar rienda suelta a mis pasiones internas, y entre unas y otras me encuentro sin saber a qué atender, si a mis deseos o los deseos de la modernidad, debo no negar la posibilidad de que se escuche la voz de otros que dicen cosas interesantes aunque no sean el centro de mis intereses. Sin embargo, por el hecho de que espero ser profesor, a veces sí que siento cierta inclinación a la reflexión sobre temas didácticos que me permitan comprender mi aún futuro.

Os dejos, por miedo a que se pierda, este artículo sobre las opiniones que una profesora con treinta años de experiencia vierte en un libro sobre qué ha ocurrido para que estemos en un estado tan deplorable en materia de Educación. Añado esta entrada igualmente a la página de didactismo que se puede ver en la parte superior del blog.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-04-21/como-la-educacion-espanola-se-echo-a-perder-contado-por-una-profesora-veterana_733989/

Cada vez que se publica un nuevo informe PISA, el reflejo natural de todos los españoles es el de llevarse las manos a la cabeza. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Quién tiene la culpa de esto? Todos llevamos dentro de nosotros un seleccionador de fútbol, un politólogo y un experto en educación que no titubea a la hora de explicar qué es lo que ha ocurrido. Uno de los objetivos más frecuentes de nuestros dardos son, precisamente, los profesores, aquellos que en un pasado fueron respetados y que, súbitamente, fueron despojados de su autoridad en el aula.
“Hablo de los profesores de enseñanza secundaria y, más precisamente de los de mi generación, de los nacidos en un lapso aproximado de quince años y que en el apogeo de su juventud/madurez extrañamente pasaron de ser competentes a ser incompetentes de manera inopinada”, escribe la profesora retirada Luisa Juanatey (Santiago de Compostela, 1952) en Qué pasó con la enseñanza. Elogio del profesor (Pasos Perdidos), un lúcido ensayo en primera persona sobre su trayectoria vital en la enseñanza desde los años ochenta hasta la actualidad, que es tanto un retrato de una generación que se propuso revolucionar la escuela heredada del franquismo como un certero diagnóstico de los problemas que aquejan a la educación española secundaria.
“Lo que me propongo es que se valore al profesor como un elemento clave”, explica a El Confidencial la profesora de Lengua y Literatura que dio clase en institutos andaluces, madrileños, gallegos, valencianos y del País Vasco. “Si la enseñanza y el profesor no están valorados, no hay nada que hacer. Si enseñas algo que puede no ser útil en un sentido inmediato pero alguien lo aprende bien y eso se valora, le va a servir siempre y le va a enseñar a aprender”.
Nos sumergimos con Juanatey en los abismos del sistema educativo español a partir de algunas de las claves que nos ayudan a entender qué ha ocurrido durante las últimas décadas.
La LOGSE, un antes y un después
El 3 de octubre de 1990, el PSOE aprueba la Ley Orgánica General del Sistema Educativo, que sustituye a la Ley General de Educación, vigente desde 1970. Con ella se propone llevar la educación a todos los rincones del país, pero para Juataney, que en su día recibió la reforma con esperanza y algo de candor, supone el principio del fin de la escuela española. “Cada vez había más institutos y era una ley de izquierdas que garantizaba la educación hasta los 16 años”, rememora la autora. “Pero lo trastocó todo porque, fundamentalmente, devaluó la enseñanza”.
¿De qué manera? Al principio, a base de conceptos que servían para llamar de otra forma a realidades que ya existían. “Pusieron en circulación palabras como motivación, como si no lo fuésemos suficientemente, o como si no fuese un estímulo tener una enseñanza pública para todos”, explica. El profesor pasó a ser un docente que tenía, entre sus funciones, motivar a los alumnos, algo que siempre habían hecho aunque quizá no se llamase de la misma forma.
“Empezó a darse una depreciación de la idea de autoridad, a la que añadían cosas como que no se podía expulsar a un alumno de clase, de lo que no abusábamos, pero que era una herramienta”, rememora la profesora. “En lugar de que la sociedad ayudase a trasladar a los niños un sentido de las normas (no se puede interrumpir al profesor, no se puede molestar a los compañeros), se produjo lo contrario”. Es el caso de la irrupción de los pedagogos, expertos en psicología que pasaron de súbito a saber mejor que los anticuados profesores lo que estos debían hacer en las aulas en las que vivían día tras día. O la obligación tácita de aprobar a los alumnos, aunque no cumpliesen los mínimos exigibles. “Empezó mal y mal ha seguido, a pesar de que todos hemos tenido algún grupo que trabajaba bien. Pero eso no es un sistema público de enseñanza que se basa en la igualdad”.
Fue la izquierda quien, en apariencia paradójicamente, impulsó este cambio, aunque tampoco el Partido Popular hizo nada por revertirlo, más preocupado por las privatizaciones. “Ahora es muy difícil volver atrás”, se lamenta la autora.
El día que el profesor dejó de tener razón
Entre la confluencia de factores que explican la evolución del sistema educativo español de las últimas décadas, Juataney encuentra la raíz en el descrédito del profesor, que pasó en menos de 20 años de ser un severo y a veces despótico dictador a verse desposeído de toda credibilidad. “Los adolescentes viven en una constante incitación, la sociedad de consumo tiene una cantidad de estímulos perenne que les da una serie de cosas muy dinámicas y móviles, pero también superficiales”, explica la profesora. “La figura del profesor como grupo social encarna esos valores de no tratar de ser famoso, de no triunfar, de no tener dinero o un gran coche, ni es el modelo del deportista esforzado y triunfador al que continuamente están expuestos los alumnos”.
Los profesores, recuerda la autora, no tienen mayor ambición que la de transmitir su conocimiento ejerciendo su autoridad pero siendo conscientes de que, tanto sus alumnos como ellos, lo ignoran casi todo. “Otra contradicción fue lo de que el aprendizaje no debe ir de arriba abajo”, recuerda. “¡Qué absurdo! ¿Los que nacen después enseñan a los que nacen antes? Ese absurdo se ha propagado: los profesores están anticuados, no se adaptan, no se reciclan…” La escuela pública española fue durante mucho tiempo un paradigma de igualdad, en el que había tantas mujeres como hombres (o más) en un clima de respeto y compañerismo.
En el debe de la sociedad española hay que añadir pequeñas decisiones promovidas desde las nuevas instancias de la autoridad educativa, como el desprecio de la memoria (“que es valiosísima para aprender; imagínate ir a la autoescuela y decir que lo que quieres es aprender distraídamente y jugando”) o el esfuerzo. “Esforzarse, luego memorizar tras haber entendido y leído, manejar textos, poner en práctica… esto es lo que te permite aprender”, explica Juanatey.
¿Mi hijo no estudia? La culpa es del profesor
Al mismo tiempo que los docentes perdían su autoridad y se veían desprotegidos ante unos alumnos cada vez más cargados de razón, la sociedad encontró un culpable propicio para todo aquello que estaba ocurriendo… Y que volvía a ser el propio profesor, tildado de acomodaticio yvago. “De repente cambió todo, y te encontrabas con que nada más entrar en clase había grupos que te recibían con un rechazo absoluto”, rememora Juanatey. “Desde todas partes empezamos a oír que éramos unos vagos. No lo éramos, simplemente no aspirábamos a grandes cosas: lo pasábamos bien preparando las clases”.
Luisa Juanatey.
Luisa Juanatey.
“De la noche a la mañana llegó lo de que no servíamos para nada, que éramos material de desguace, ¡peroéramos los mismos que el año anterior!”, recuerda, a pesar de la voluntad de adaptación de los profesores, que introdujeron poco a poco cambios como el rediseño del aula. Pequeñas alteraciones que funcionaban si los alumnos estaban dispuestos a aceptarlas, pero que “es muy distinto si lo primero que tienes que hacer es decir a los chicos que no pueden estar espachurrados sobre el pupitre, que hay que traer el cuaderno, que así no se puede trabajar, que les pidas que no se vayan a la construcción porque son jóvenes y te respondan que eso era en nuestros tiempos… Esa clase de ambiente nos desprestigió, porque empezaron a prevalecer valores que iban en contra de todo esto”.
Juataney habla del reciente ejemplo de las reformas llevadas a cabo por los colegios jesuitas de Cataluña para ilustrar por qué la educación en nuestro país es, desde hace 20 años, cada vez más clasista: “Si tú me das una clase de gente que en su casa tiene libros, que oye un vocabulario determinado y trata ciertas cuestiones, que viene a aprender y que van a mandarlos a Estados Unidos después del bachillerato, se pueden hacer maravillas. Pero también he dado clase en barracones como los que hay en la Comunidad Valenciana. ¿Qué hacemos, el modelo de los jesuitas con los chicos metidos en un cajón de obra? ¿Con quién lo hacemos, con los que han tenido suerte y estudian en un aula mejor? Esto no es un sistema público de enseñanza”.
Padres malcriadores para niños malcriados
Los alumnos no cambiaron de comportamiento, hábitos y costumbres por sí mismos. Ni siquiera únicamente por la ley ni por los medios de comunicación, aunque ambos favoreciesen el nuevo sistema de valores: los padres tuvieron mucho que ver. “Fue esa moda de que a los niños no se les puede contradecir, que tienen que ser creativos y libres”, explica la autora. “Fíjate ahora que los que lo defendían son los mismos que se han enamorado de la expresión ‘poner límites’. Pero era lo que decíamos todo este tiempo cuando nos ponían verdes por hacerlo. Poner límites es establecer normas, sancionar”.
Los nuevos alumnos, así como sus padres, empezaron a entender que podían exigir lo que quisieran. Entre todas esas cosas, recibir un aprobado sólo por ir a clase a diario: “Llegó un momento en que todos empezamos a aprobar más de lo debido, sabiendo que habíamos enseñado la mitad que antes”. En una esclarecedora anécdota del libro, Juanatey recibe la visita de un padre después de que su retoño proteste por haber obtenido un dos. El padre, tras releer la prueba, no tiene ninguna duda: “Yo le habría puesto un cero”.  
El ambiente, alentado por Consejos Escolares, inspectores, medios de comunicación y autoridades políticas, favorecía esa percepción en la que el niño tenía la sartén por el mango. “Si a los padres se les hubiese inculcado queel niño viene a respetar al profesor y a aprender unas asignaturas y no se les hubiese dicho que estas estaban anticuadas, que el profesor no era un monigote que se tenía que quedar callado cuando el Consejo Escolar decidía que un niño podía escuchar música con auriculares, habría sido muy distinto”. No son las únicas razones: un mayor número de alumnos entró en la escuela, al mismo tiempo que los padres y, sobre todo, las madres, podían pasar menos tiempo con sus retoños.
“En el colegio me gusta que los niños se diviertan”, recuerda Juataney que decían algunos padres. “Yo considero que los profesores deben hacer esto, aquello, lo de más allá… ¿Pero usted ha estado alguna vez en una clase? ¿Usted sabe lo que le toca al profesor hoy y que todo eso tiene que hacerlo en una situación en la que no se le valora ni respeta, y además el niño dice que no vale porque no es divertido?”. Una situación que dio una nueva definición de lo que debía ser un profesor: “Alguien a quien se le exige que complazca al niño y que le apruebe”, explica la autora con sorna.
Los valores de una bella profesión
Seguramente, usted también haya escuchado aquello de lo bien que viven los profesores con sus tres meses de vacaciones al año (falso), uno de los colectivos más vilipendiados de las últimas décadas de la historia española junto a los funcionarios. Quizá porque paradójicamente no encajan en los cánones de la sociedad moderna –ambición, lujo, consumo– en los que se han criado las nuevas generaciones de alumnos. “Un profesor no tiene nada que ver con alguien que lleva marcas, que se somete a cirugía estética, o que aspira a tener un yate o ser famoso”. No, explica Juataney en el libro, los docentes no quieren un sueldo mayor, que los hagan catedráticos o que los inviten a opinar en los medios (donde, dicho sea de paso, raramente aparecen): quieren hacer su trabajo con dignidad.
Esto ha sido complicado en los últimos tiempos, una situación acentuada en los años inmediatamente anteriores al estallido de la burbuja inmobiliaria, tiempos en los que nadie necesitaba tener estudios para conseguir un buen sueldo. Pero, como recuerda la autora, una sociedad que piensa que la educación no sirve para nada es “una sociedad que se engaña”. “Si miras los terribles datos del paro, hay una gran diferencia entre los que tienen preparación y los que no. Prepararse sí que sirve, porque, y en esto estoy de acuerdo con los psicólogos, aprender siempre es aprender a aprender”. Por eso, toda una generación se encontró de repente sin nada, es decir, sin preparación, “y luego se dieron cuenta de que, aunque ya no haya rosas para nadie, tener estudios te favorece”.
Paradójicamente, se ha vuelto a completar el círculo, y muchos de aquellos a los que su entorno empujó a desertar de la escuela han vuelto a la misma en busca del esfuerzo, formación, crecimiento personal y riqueza intelectual que el colegio ofrece. ¿Y los profesores? Aunque la situación sea complicada, Juanatey insiste en que quiere concluir con un mensaje positivo. “Sigue siendo una profesión realmente satisfactoria, y me gustaría animar a todos los que tienen el deseo de ser profesores, así como decirles que exijan mucho: realmente es una vida buena la del profesor”. Y no, no se refiere al dinero, el prestigio, la adulación o la capacidad de influencia de la que carecen, y a la que, de todas formas, tampoco aspiraron.

jueves, 16 de abril de 2015

Canciones para beber

      Quería haber escrito otro artículo sobre dragones, sobre Fafnir, pero las oposiciones me está quitando mucho tiempo (y las artes marciales, y la recreación histórica) y al final, para un artículo de ese calibre, necesito unas horas que ahora mismo no tengo. Sin embargo, no quiero dejar tan parado el blog, así que os voy a poner un disco que me ha obsesionado.


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